Julio nació en el seno de una familia burguesa, en 1828. Su casa se encontraba en un barrio exclusivo de Loira donde la mayoría de las mansiones pertenecían a armadores de barcos, enriquecidos por el oro negro de la trata de esclavos. No en balde, el puerto fue escala de los buques negreros que se dirigían a EE.UU. Lo que despertó la pasión literaria de Verne fueron las historias contadas por su maestra de escuela, esposa de un marino, así como la vista que tenía del muelle desde su ventana. Aquel bosque de mástiles le hizo soñar con echarse a la mar inexplorada. Coleccionaba revistas científicas y devoraba libros de aventuras como Robinson Crusoe y Ivanhoe. Luego de que fuera rechazado por su primer amor, aceptó el consejo paterno de estudiar la carrera de Derecho en Paris.
Viajó en medios de transporte que adoptó para sus novelas: el piróscafo o barco de vapor y el ferrocarril. En Paris, Verne amistó con Alexander Dumas, hijo, quién lo apoyó para que escribiera. A raíz de este encuentro escribió obras teatrales y libretos de ópera, renunciando a ejercer como jurista. También entabló amistad con el fotógrafo aeronauta Nadar que, en 1862, haría los primeros retratos de Paris desde un globo, contagiando a Verne la pasión por el vuelo aerostático.
A los 24 años, el escritor visionario entregó a un editor un manuscrito que combinaba la literatura con la investigación científica. Se trataba de “Cinco semanas en Globo” que se convirtió en un éxito de ventas. El astuto editor le ofreció un contrato suculento que en su letra pequeña camuflaba unas condiciones injustas: Verne se comprometía a escribir dos novelas al año por veinte años, a cambio de veinte mil francos anuales por derechos de autor.
Sus novelas fueron escritas en medio de la Revolución Industrial, el cultivo idóneo para que vaticinara avances tecnológicos del siglo veinte. Fue uno de los padres de la ciencia ficción. Algunos de los inventos que se imaginó Verne se anticiparon a su tiempo como el submarino, los cohetes a la Luna, las capitales superpobladas, el teléfono y las video conferencias.
Durante una entrevista le preguntaron sobre el origen de sus ideas científicas. Verne respondió con otra pregunta: ¿Ven este globo terráqueo?, señaló al que posaba sobre su escritorio. Está picado por el compás que uso para medir las distancias. Mi motor ha sido siempre mi pasión por la geografía, concluyó el escritor visionario. (O)