Ante el escándalo surgido en los últimos días por haberse hecho público un triángulo amoroso entre el exvicepresidente Glas, una colaboradora suya y un asambleísta de la revolución ciudadana, la cúpula del correísmo se ha “declarado” en alerta roja. Teme que estos eventos indeseables, a más de la derrota electoral, le continúen minando su ya vapuleada imagen, a tal punto que, gracias a la filtración de una conversación, ha obligado a la intervención del mismísimo “innombrable”. Remata su acción el buró político del correísmo con una declaración en la que ratifica su “absoluta confianza” en Glas y “en su comportamiento ético, tanto en su vida pública como privada”. Esto último debe ser algún chiste, al que lamentablemente no le encuentro la gracia.
Con la declaración anotada, la revolución ciudadana fija su posición frente a hechos como un amor de verano, una aventura sentimental, un lío de faldas, una escapada furtiva, una pasión fugaz, un ósculo robado, un amorío clandestino, un cariño sin barreras, un “yo te aseguro que yo no fui”, etc., etc., y prácticamente deja en libertad a su militancia para este tipo de “ajetreos amatorios”, teniendo mucho cuidado, claro está, que ningún pecadillo vaya a salpicar la “impoluta” imagen del correísmo.
Deben aprender de Maduro, gorilón caribeño que no se anda por las ramas. Acaba de ordenar, a través del Tribunal Supremo de Justicia, la nulidad de todo el proceso llevado hasta la fecha para que las elecciones primarias de la oposición venezolana nombre al candidato presidencial que enfrentará a Maduro en las próximas elecciones. Y lo ha hecho para impedir que la líder Corina Machado participe como candidata única de la oposición, aduciendo una medida, forjada por el mismo chavismo, según la cual Machado no puede participar en política durante los próximos veinte años.
Maduro también debería recibir un voto de confianza por parte del correísmo, con semejante inmoral como ilegal maniobra dictatorial. Y este sería un momento oportuno para tal decisión, aprovechando la “generosidad” del correísmo y su repentina fiebre por repartir votos de confianza, hasta al perro del vecino. (O)