Como que no se quiere ni él mismo.
Es su modo de ser, dijo de él un coideario suyo años atrás para justificar sus bravatas y pujos de grandeza, pero de esa grandeza que apenas alcanza el ombligo de los gorgojos.
Sigue creyendo que los cuatro puntos cardinales parten desde su vesícula que acumula su bilis y otras pudibundeces.
Alguna vez, cual remedo farfulla de Zeus, echando espuma por la boca desanudó su corbata y desafío a una turba de uniformados a que lo maten.
En otra, amenazó a una señora por llorar, cuando sintiéndose impotente por los daños de un terremoto le reclamó atención.
Cuando escolar, yo tenía un compañero del cual dependíamos todos, so pena de… Podrán imaginarse.
Él armaba los equipos de indoor fútbol. Escogía hasta a los arqueros, delineaba la cancha según sus conveniencias, hacía de árbitro, aprobaba cuando era gol y cuando no, se los atribuía, además; se inventaba penales, sólo él podía faulear, únicamente su equipo tenía que ganar o ganar. Ah, y hasta decidía quien podía beber el agua del único grifo que había en mi escuelita.
A tiempo que le debíamos obediencia, curiosamente le teníamos cierta estima porque nos defendía cuando querían maltratarnos los alumnos de otros grados, o que lográsemos comprar dos reales de alfeñique a una señora que lo ofrecía en medio de un tumulto de niños.
Volviendo a mi “personaje”, es posible que cuando niño o adolescente tuvo similar comportamiento que mi compañero. Peor, diré. Algún complejo debe tener, alguna tara. Y sobre esto muchos lo han expresado, analizando incluso su rúbrica, su letra y hasta sus movimientos y locuacidad.
La comparación creo que algo se ajusta; pues el tipo es dueño del equipo. Todo lo decide. Escoge a quienes le serán leales, obedientes, sumisos, para que ganen un espacio de poder, de ese poder que dan las urnas.
Y como ellos, sin él no ganaran ni un bingo aun filtrándoles la tabla ganadora, no pueden mover un dedo sin su venia, así lo quieran, así las urgencias y problemas del país lo exijan, y estén conscientes que es hora de remar en la misma dirección para evitar que se hunda.
El incorregible se mimetiza en todo. O todos con él, o nadie sin él. Negocia en las sombras con sirios y troyanos. Lo hace porque tiene gallada propia. El león caza mejor en manada.
Sus condicionamientos: limpiar su prontuario policial, no amnistía porque sería herir su orgullo de machote, y de postre que le sirvan en bandeja, sangrando si es posible, la cabeza de quien le puso en su sitio.
¿Quiénes se prestarán para esto? ¿El de cartón? ¿Los 6.6.6? ¿Los que le robaron al arco iris sus colores? (O)