Dos de cemento y una de cal parece la mezcla del joven alcalde Cristian Zamora en favor de la estructura armónica de la ciudad. Las de yeso hay que dejar pasar por ahora, hasta que por sí sólo rectifique percibiendo la prudente indiferencia del vecindario en cosas que no está de acuerdo, como el de empotrarse a favor de un líder o partido político o distinguir a personas cuestionadas por el país, que ni siquiera ha dado la oportunidad para el elogio o panegírico.
En cambio, vale hacerse eco del apoyo ciudadano por su gestión en obras sustantivas y su voz permanente en defensa de sus mandados. En otra ocasión celebramos su pronunciamiento en relación a la deuda que mantiene el IESS con el Hospital Municipal y más instituciones privadas. Por sus denuncias ciertas lo tildaron de mentiroso exhibiendo planillas desactualizadas, lo que más bien recayó sobre los liosos serviles, por su afán de asirse a sus cargos vanos.
Ahora el alcalde salió en las redes sociales por otro asunto igualmente sensible que no depende de otros, sino que es de su incumbencia y si falla es por no pasar de las palabras a las obras o por tener subalternos que no hacen cumplir sus disposiciones. ¡Tanto vale! En un día de las fiestas novembrinas, a medianoche, anunció que se comenzará con procedimientos de rigor para retirar las motocicletas que no cumplen con las leyes de tránsito y a los conductores a orden de la justicia.
Dijo que “todos sabemos quiénes son”, omitiendo especificar que en su mayoría son venezolanos y colombianos los que causan accidentes con muertes permanentes, asaltos y caos en la ciudad. El ruido que ocasionan estos aparatos es ensordecedor, conducen en zigzag, a grandes velocidades y sin cascos y en parejas, lo cual contribuyen al desorden, los accidentes y la muerte. Y la justicia: ¡bien gracias!, esperando el fin de mes para el cobro de sus haberes.
Vaya un ejemplo: el 19 de junio pasado un motociclista, sin casco y con grado de alcoholemia de 2.5, colisionó con un vehículo, a cuyo conductor profesional lo llevaron detenido arbitrariamente y al borracho lo trasladan al hospital VCM para limpiar sus heridas, luego de poco tiempo lo dan de alta para curar su chuchaqui en casita. Hasta la fecha, el caso duerme en la Fiscalía IV de Tránsito con el expediente 151-23. ¡Qué vergüenza, qué bochorno! (O)