La caridad, la humanidad, la generosidad son y tienen que ser el ideal en la conducta que se debe brindar a todo desplazado, víctima inocente de conflictos políticos, étnicos, religiosos, que les empujan de manera drástica y cruel al destierro.
Lo que vemos con horror es lo que sucede hoy en la franja de Gaza, lugar más densamente poblado de la tierra y el más conflictivo también, donde imágenes inenarrables de crueldad y sadismo, se las mira ya como vulgares noticias o crónicas de guerra, que van siendo diarias y repetidas.
Con obvias diferencias, nosotros estamos siendo parte de un conflictivo problema de desplazados venezolanos, víctimas inocentes de la famosa y obtusa revolución del siglo 21, que morosamente va liquidando uno de los más ricos pueblos americanos. Empujados por el hambre y la miseria, toman ruta en diáspora sin rumbo ni norte que les brinde opción de vida y como saciar su sed y hambre, sin embargo, como siempre en estos conflictos, son los desposeídos y los de bajo estrato social y cultura, los que, obligados, despliegan alas buscando un horizonte.
Lo que sucede en nuestro país es que somos víctimas secundarias del conflicto venezolano y hemos recibido una enorme masa de gente ignara y proclive al delito, con excepciones claro está, rubro minoritario de profesionales y gente que puede aportar a nuestra vida y desarrollo.
El Perú, viendo la conveniencia de sacar una gran cantidad de venezolanos indocumentados y maleantes de su patria, nos pone en el caso de que una gran muchedumbre venga al Ecuador, que tiene una absurda política de fronteras abiertas y hoy mismo en Huaquillas, lugar de paso libre, se dan enfrentamientos a bala entre concheros ecuatorianos qué se revelan a pagar vacunas a los delincuentes desplazados, contándose ya algunos muertos que horrorizan las redes sociales al ser filmados en toda su crueldad.
No podemos dejar de consentir qué los sicariatos, robos con arma en mano y muchos delitos qué no podemos desconocer, incluso ya organizados en pandillas, existen venezolanos como actores principales en unión de colombianos en menor número, circunstancia cierta y confirmada por crónicas delictivas, que tenemos que enfrentar en base de políticas migratorias, policiales y judiciales, ya, en seguida, so pena de volvernos más violentos como país, en manos de antisociales. Recién hoy saboreamos el amargo pan de los ilegales y desplazados, pan que EEUU lo ha tenido que soportar por décadas, sin lograr solucionar a pesar de muros fronterizos y alambradas. (O)