Lo siento por ellos

Andrés F. Ugalde Vázquez @andresugaldev

No lo sé. A veces creo que todas las desventuras y reveses de nuestra sufrida América Latina, tienen como factor común la amnesia política y la pobreza de criterios en la elección de sus líderes y gobernantes.

El triunfo de Javier Milei en Argentina, no es, por donde se lo mire, una buena noticia. Su ascenso implicó la derrota de una izquierda desgastada, corrupta y carente de propuestas, es verdad. Pero el ascenso de Milei también implica un fracaso del sistema democrático, de esa democracia que, como dice Rafael Narbona, no es una cuestión de votos, sino de valores. ¿Nos hemos detenido un momento a mirar las propuestas de Milei? Reducción radical de la intervención estatal que, con demasiada frecuencia, se traduce en un recorte de la inversión social en las áreas críticas de la educación y la salud, bajo la perversa concepción de un libre mercado a todo trance. Y a esto habrá que sumarle la pretensión de sepultar las atrocidades de la dictadura de Videla, justificando su régimen bajo el mal entendido concepto del progreso.

Y no es cosa nueva. Ya otros gobiernos antes han implantado la política de destruir la inversión estatal, combatir los sindicatos y recurrir al terrorismo de Estado. Milei no tiene nada de nuevo. Bolsonaro, Trump y nuestro desastroso Guillermo Lasso, son algunos ejemplos patentes de lo que sucede cuando el pueblo le hace un cheque en blanco a la derecha radical. Estos, que se entienda bien, no son políticos antisistema, como pretenden venderse. Son políticos anti institucionalidad, anti pueblo, peones del neoliberalismo.

Y entonces, cabría preguntarse ¿Cómo es que un sub producto de la política, como Milei, logra consolidar semejante apoyo popular? Pues la razón radica en un pueblo cansado y decepcionado de una izquierda, llámese kirchnerismo o peronismo, que los ha traicionado. Unos medios de comunicación amarillistas, la sombra de los grandes financistas detrás de las campañas, la apatía, la pobreza en la cultura política, el individualismo, el egoísmo, la banalidad, odio cerril como única forma de oposición, la intolerancia y el fanatismo por el cual la Argentina vive la política como vive el fútbol: ciegamente, violentamente…

Lo siento, en verdad lo siento por ellos… (O)