La sociedad está impregnada de jerarquías. Desde tiempos inmemoriales, generalmente por organización y supervivencia, hemos aceptado estas estructuras como una convención social, parte inevitable de nuestras vidas.
Imaginemos un mundo donde la autoridad no se acepta ciegamente, sino que se desafía con preguntas reflexivas y análisis crítico. Aquí es donde la libertad de cuestionar, desestabiliza los cimientos de la jerarquía.
Hace cerca de cincuenta años, Foucault exploró el poder, la estructura social y cómo las normas sociales influyen en nuestra comprensión del mundo, lo que se refleja en su afirmación de que «no hay relaciones de poder sin resistencia». Su obra desafía las jerarquías y examina cómo el poder moldea nuestras instituciones y percepciones.
La libertad de cuestionar impulsa el progreso. Nos permite desafiar estructuras opresivas y tradiciones obsoletas, que limitan el potencial humano. No se trata simplemente de rebelarse por rebeldía, sino de buscar una sociedad más inclusiva, donde las oportunidades y el reconocimiento no estén limitados por una jerarquía rígida.
Las nuevas generaciones están desafiando estas convenciones. Están cuestionando roles de género, estructuras organizativas y definiciones de éxito, que han sido inmutables durante mucho tiempo. Su valentía para desafiar la jerarquía establecida, ratifica que la libertad de cuestionar es el motor del cambio y la evolución social.
En última instancia, la libertad de cuestionar no es solo un derecho, es una herramienta poderosa para moldear un mundo más justo y equitativo. Al cuestionar, desafiamos la rigidez de las estructuras sociales y abrazamos la diversidad de perspectivas, que enriquecen nuestro camino hacia adelante.
@ceciliaugalde