En estas épocas he tenido la suerte de compartir con buenos y viejos amigos allende de las fronteras de la Patria y no solamente por asuntos políticos, sino por las guerras y otros albures que abruman al mundo y que no puede desatenderse porque somos de un mismo plantea y de una misma especie. Es que la amistad no se trata solamente de cumplidos por aniversarios, es la presencia viva que no discrimina a quién se lo haya conocido por más tiempo o quien está más cerca, dado que el tiempo y la distancia no son óbices para disquisiciones sobre la vida cotidiana y el tejido universal.
En esta reciprocidad de criterios, a veces diferentes, afloró aquel consejo psicológico de afrontar las contingencias contemporáneas con la Resiliencia: capacidad de sobreponerse a momentos críticos y adaptarse positivamente a nuevas situaciones inusuales o inesperadas. Si es verdad que esta cualidad no es genética, sin embargo, se puede conseguir con fortaleza, invulnerabilidad y resistencia, como aquella motivadora canción del Dúo Dinámico “Resistiré”.
Sobre este concepto está una Escuela para el arte del buen vivir: corriente surgida en Atenas con el esclavo Epicteto hasta el emperador Marco Aurelio y que luego de 2.300 años revive ante un tiempo tan complejo que requiere de una nueva actitud que permita al hombre enfocarse en lo que está bajo su control, aceptar las cosas como se dan -no es indolencia o incuria-, saber manejar las cosas negativas, conservar la calma y enfrentar a la incertidumbre, que es lo que propone el centenario pedagogo y filósofo Edgar Morin en el capítulo V de “Los Siete Saberes Necesario para la Educación del Futuro”.
El Estoicismo es una teoría que no se centra en suprimir u ocultar las emociones como puede creerse, es más bien el reconocimiento de las emociones para beneficio propio; tener claro qué está y qué no está bajo propio control, centrando los esfuerzos en lo primero y no malgastando en lo segundo. Entonces, de lo que se trata es de practicar la virtud y la excelencia, es transitar por el mundo maximizando nuestras capacidades.
En fin, uno de los principios fundamentales del estoicismo es que podemos reconocer, y tomarnos en serio, la diferencia entre lo que podemos y no podemos dominar. “No se me ocurre nada más adecuado y necesario para los tiempos que vivimos que una buena dosis de filosofía estoica”- Ryan Holiday- (A Alberto Contreras Silva, en Concepción-Chile). (O)