En 1993, Steven Spielberg era el rey de la taquilla con ‘Jurassic Park’, pero no contento con eso, en apenas seis meses, el 30 de noviembre, presentó su película más dura y personal, ‘Schindler’s list’, una historia estremecedora y un deslumbrante ejercicio de estilo en blanco y negro.
Le costó diez años aceptar el encargo de rodar la historia de Oskar Schindler, un empresario alemán que salvó a más de 1.200 judíos durante el Holocausto, cuya historia relató Thomas Keneally en una novela que publicó en 1982.
Pero al final decidió meterse de lleno en una historia que le tocaba de cerca por sus raíces judías y años después reconocería que estaba muy orgulloso de la película y que no se había sentido tan realizado con ninguna otra.
Ganó su primer Óscar a mejor director por este trabajo -ya había sido nominado por ‘Close Encounters of the Third Kind’, ‘Raiders of the Lost Ark’ y ‘E.T’-. Fue una de las siete estatuillas que se llevó ‘Schindler’s list’, incluida la de mejor película.
Ese año consiguió además otros tres Óscar para ‘Jurassic Park’. Una recompensa para el tremendo esfuerzo que realizó para rodar las dos películas casi de forma simultánea.
Tras las sesiones de rodaje en Polonia para la historia del Holocausto, tenía que conectar con el equipo de ‘Jurassic Park’ para supervisar las imágenes de los T-Rex que habían recreado al otro lado del charco.
Consiguió hacer las dos y aunque la primera aventura de los dinosaurios fue la más taquillera de 1993 y ‘Schindler’s list’ se quedó en el noveno puesto, este trabajó le marcó de manera más profunda.
El «más traumático»
Hace cinco años, en una retrospectiva que le dedicó el Festival de Tribeca de Nueva York, Spielberg reconoció que el día del rodaje de la escena de las cámaras de gas fue el «más traumático» de su vida.
El director también reveló cómo consiguió mantener su ánimo esas semanas: Robin Williams lo llamaba cada día y durante quince minutos se esforzaba en hacerlo reír.
«Nunca se despedía. Siempre me colgaba cuando escuchaba mi carcajada más sonora», explicó.
La historia ya era dura pero rodar en los sitios reales de Polonia donde ocurrieron los hechos lo fue aún más.
Además, durante el rodaje el equipo tuvo que soportar más de un ataque antisemita por parte de negacionistas del Holocausto.
Antes de empezar, Spielberg se tuvo que enfrentar a varios obstáculos, como el hecho de que los productores no querían que la hiciera en blanco y negro, pero para el director era algo esencial porque todas las imágenes que conocemos del Holocausto son así.
Otra reticencia era el nombre del protagonista, que los estudios Universal querían que fuera conocido, mientras que el realizador prefería alguien desconocido.
Logró convencer a los productores -el presupuesto de 23 millones de dólares tampoco daba para grandes estrellas- y para interpretar a Schindler eligió a Liam Neeson, a quien había descubierto en una obra de teatro.
Antes se habían barajado nombres como Warren Beatty o Daniel Day-Lewis.
Junto a él, Ralph Fiennes como Amon Goeth, el terrible comandante del campo de concentración de Plaszow; Ben Kingsley como Itzhak Stern, uno de los principales colaboradores de Schindler, o Caroline Goodall como Emilie Schindler.
Aunque uno de los personajes que más marcó a los espectadores fue el de la pequeña del abrigo rojo, única nota de color de la película. La interpretó Oliwia Dabrowska, con solo 3 años.
La imagen de la pequeña, sola, atravesando una calle mientras a su alrededor caen los judíos, abatidos por los disparos durante el desalojo del gueto de Varsovia, es sin duda una de las secuencias más dramáticas y recordadas de una película imprescindible. EFE