Generación de riqueza

Juan Morales Ordóñez

Este objetivo, a veces excluyente de cualquier otro, si bien es importante para el mejoramiento de las condiciones de vida de la gente, no es sinónimo de bienestar colectivo. Analizo dos factores que sustentan este criterio.

El primero tiene que ver con el vínculo que la generación de riqueza guarda con la explotación de recursos naturales que no son infinitos y en cuyo proceso se provocan daños irremisibles al ambiente. La generación de riqueza y su actual forma de hacerlo, no es la panacea para la vida de la gente, las evidencias están ahí y las estamos viviendo todos, unos asustados y otros desafiantes por su menosprecio al calentamiento global y sus consecuencias de muerte.

El secretario general de las Naciones Unidas y el presidente de Chile, conscientes de esta realidad, en una reciente reunión en la Antártida, exhortaron al mundo a tomar acciones contundentes frente a ese hecho. Los otros, desestiman la debacle e insisten en que la generación de riqueza es el único camino posible, porque así se combate la pobreza y la desigualdad. Ellos, seguramente opinan y actúan así, porque sus intereses están íntimamente relacionados con su discurso que, al tiempo de auto justificarlos, también determina su voluntad que se la ejerce en una suerte de una jaula de hierro o sistema cerrado y condicionante basado en la eficiencia tecnológica y el control racional, que es un concepto desarrollado por Max Weber a inicios del siglo XX.

El segundo se relaciona con el beneficio que la riqueza representaría para todos. Un único dato al respecto nos ilustra sobre esa realidad. El uno por ciento más rico acumula el sesenta y tres por ciento de la riqueza producida en el mundo desde 2020.

El mundo debe proyectarse a un nuevo modelo de convivencia que apunte sin ambages a la preservación de la naturaleza como objetivo supremo y a la incorporación de los grandes grupos marginales a los beneficios de los avances civilizatorios. (O)