Un grupo delincuencial organizado, parte de los temibles ejércitos del terror, crimen, extorsión, sicariato, narcotráfico y microtráfico, entre otros delitos, ha propuesto un acuerdo de paz al gobierno de Daniel Noboa.
Dice estar resuelto a colaborar para “brindar tranquilidad”. Incluso entregar “información relevante” a fin “de desmantelar la delincuencia y mantener la armonía en el territorio nacional”.
No faltaba más, mientras el gobierno prepara su plan estratégico, con apoyo internacional, como no puede ser de otra manera, para enfrentar al mayor enemigo de los ecuatorianos de a bien: la delincuencia criminal, una generalización en la cual caben todas sus maldades.
¿Cabe confiar en ese grupo, en guerra permanente con otros de similar calaña y hasta con el propio Estado; cuenta con la “protección” de algunos jueces y fiscales; y, a lo mejor de varios miembros de las fuerzas del orden?
En la década anterior, una banda delictiva, en teoría depuso su accionar, comprometiéndose con el gobierno de la época a reinsertarse a la sociedad; pero, actualmente sigue en sus andanzas, inclusive dentro de las cárceles, y en representación del partido político de ese régimen, logró algunas curules en la Asamblea Nacional anterior
Expertos consultados por algunos medios, ponen reparos al eventual acuerdo. El gobierno aún no se pronuncia de manera oficial.
Para la mayoría de los consultados, antes de dialogar, primero debe exigírseles entregar las armas. Sobre todo abordar el tema con transparencia; tampoco incluir en las conversaciones previas “negociaciones de actos ilegales, impunidad…”.
Es más, tales “acuerdos de paz” en poco tiempo de derrumban.
Y, ojo, en el país operan varias bandas criminales ligadas al narcotráfico internacional, al secuestro y extorsión (“vacunas”), estos últimos acaso los delitos más expandidos y temidos.
Para el gobierno, aquel es un tema bastante peliagudo y sensible; distractor, también.