Patricia Carro
Los protagonistas de ‘La sociedad de la nieve’, la nueva película de Juan Antonio Bayona, contaron con unos ángeles de la guarda muy especiales, unos bomberos de la región española de Castilla y León (norte) que velaron por la seguridad del equipo de rodaje en las montañas de Sierra Nevada (Granada, sur).
En su quinta película como director, Bayona adapta el libro homónimo de Pablo Vierci para contar una las mayores épicas del siglo XX: la lucha por la supervivencia en condiciones extremas de los supervivientes del accidente en los Andes del vuelvo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya el 13 de octubre de 1972.
El largometraje, que se estrenará en cines el 15 de diciembre y en Netflix el 4 de enero, se rodó en Sierra Nevada (una de los enclaves más populares para los deportes de nieve en España) y durante cuarenta días un equipo formado por bomberos de Castilla y León prestó asesoramiento en seguridad en alta montaña, una experiencia única para todos.
La aventura arrancó cuando Álex López, especialista en escenas de riesgo y coordinador de seguridad con la empresa The Stunt Club, llamó a dos de sus antiguos compañeros en el Grupo de Rescate y Salvamento de Castilla y León, los bomberos Juan Carlos Chicote y Juan Carlos García Moreno, y les hizo una propuesta que no pudieron rechazar.
Chicote y García Moreno no lo dudaron, reunieron a antiguos compañeros del grupo de rescate y salvamento (Agustín Guerrero, Diego Escolar, Carlos Alberto López, Jesús Martín, Tente Lagunilla, Germán de la Puente y Juan Lagunilla) y se fueron a la nieve.
Seguridad garantizada
“Grabábamos las escenas de alta montaña”, explica García Moreno, y se centraban en garantizar la seguridad de los actores, y de todo el equipo de la película, además de localizar exteriores; “todo tenía que estar absolutamente controlado”, apunta Chicote.
Las escenas de ‘La sociedad de la nieve’, con todo el realismo que imprime Bayona a sus proyectos, se grabaron en lugares con mucha pendiente, en zonas próximas a precipicios, en aristas de 200 metros, así que “había que asegurarlos con una línea de vida y acompañar una a una a todas las personas” que participaban en el rodaje.
El trabajo del equipo de alta montaña no era solo preparar los sistemas de seguridad, sino ayudar a un equipo de cine que no está habituado a la alta montaña; “a ellos no les faltaba una cuerda, un especialista asegurando” y cada actor contaba con una sombra que le protegía.
“Éramos sus angelitos de la guardia. Aunque en las escenas de la película no se nos vea, estamos ahí, detrás de ellos”, asegura Chicote.
Sufrimiento real
“A Bayona no le gusta que los actores finjan; busca expresiones reales y, para eso, tiene que someterles a situaciones reales. En esta película, cuando el espectador vea que los actores tienen cara de estar pasando frío, es que están pasando mucho frío”, insiste.
Rodaron a temperaturas de 17 grados bajo cero, recuerda García Moreno, que se encontró en su “salsa” en Sierra Nevada, dada su experiencia profesional, la misma por la que López les reclamó para las escenas del rescate con el helicóptero.
“Y no solo las escenas del rescate, toda la vida dentro del helicóptero, porque es muy serio; un helicóptero no es un coche”, subraya Chicote, quién llegó a hacer un cameo en la película como uno de los “rescatadores”.
“Salió todo perfectamente” y los actores, “emocionados”, así que Chicote y García Moreno no pueden hacer otra cosa que agradecer a López una oportunidad que les ha permitido formar parte “de un equipo excepcional que va a hacer historia en el cine español”.
“El mundo del cine es sorprendente, pero si lo conoces por dentro, todavía más”, analiza Chicote, y aunque tuvieron que trabajar a contrarreloj y adaptarse a los cambios de última hora que imprime siempre un director, estos bomberos de Burgos repetirían “mañana mismo” la experiencia en Sierra Nevada. (EFE) (I)