Estando próximos a las festividades como son la navidad, la despedida del año y la llegada de un nuevo, es llamativo observar un comportamiento social que se hace cada vez más evidente, nos referimos al denominado CONSUMISMO, catalogado como la tendencia inmoderada a adquirir, gastar o consumir bienes o servicios no siempre necesarios.
El consumismo se ha tomado el diario vivir, incrementándose en épocas festivas, espacios que son incentivados y aprovechados por la publicidad y el marketing, motivando una práctica que es propia del capitalismo que induce al mayor consumo, profundizando la brecha entre pobres y ricos.
La publicidad y el marketing a través de estrategias inducen a las compras impulsivas e irracionales de productos o servicios que tienen un corto periodo de duración o son desechables, terminando en incrementar la basura que contamina el medio ambiente, y, lo paradójico, que se ofrecen productos que están programados para durar cierto tiempo, obligando a comprar nuevos, además de que se suman la novedad y la innovación que inducen a descartar productos todavía válidos para adquirir disque renovados que sintonicen con la moda. Vivimos la cultura de la novedad, que emocionalmente impulsa a adquirir lo “novedoso”.
Siendo realistas, nos hemos materializado, al extremo de que, se valora al ser humano en función del tener antes que el ser, que vivimos la paradoja que teniendo adquirimos bienes o servicios aduciendo que nos falta o que son mejores, que es más importante estar al día o a la moda, caso contrario, somos “nadie”, que Papá Noel es el ejemplo de bondad y desprendimiento, cuando en verdad se trata de un invento de una sociedad consumista que se aprovecha de seres compulsivos en atesorar bienes materiales.
En definitiva, es necesario e impostergable poner freno al consumismo priorizando el lado humano sobre el material, más cuando la pobreza afecta a casi toda la humanidad y cuando nuestro planeta está destruyéndose por tanta basura producto de una contaminación desenfrenada e irracional. (O)