Eutanasia

Juan Morales Ordóñez

Significados

La palabra eutanasia en sentido general, quiere decir muerte provocada a una persona que expresamente la solicita.  

“Etimológicamente, el término eutanasia proviene del griego eu-thanatos (buena muerte), en el sentido de muerte sin dolor. Dicha acepción, la introdujo al vocabulario Francis Bacon en 1623. En la actualidad, su significado también es el de muerte indolora provocada por procedimientos médicos a personas en estado terminal e irreversible, o que están sometidas a un dolor insoportable” (María Elena Berengueras, 2006, p.38).

“De modo que de lo que se trata en realidad, cuando de ‘eutanasia’ se habla, no es de la muerte en sí sino de los actos concretos del sujeto o de terceros tendientes a provocarla o a anticiparla, o a evitar su postergación. De donde resultaría mucho más lógico hablar de supuestos especiales de homicidio o de suicidio, con lo que se pondría el acento en las conductas que desembocarán en la producción o anticipación de la muerte, más que en su resultado” (Dimitri Barreto Vaquero 2004, pp. 88-89).

Como se desprende de la lectura de las citas anteriores, hay discrepancias importantes en las definiciones que ahí se mencionan. Una de ellas se relaciona con lo jurídico y la normativa vigente en esas sociedades, cuando se califica a la eutanasia como delito. Las otras se refieren a ciertas condiciones que deben darse para que se aplique la eutanasia, desconsiderando tácitamente la posibilidad de ningún tipo de punición por ese acto.

Por eso, es necesario que acá, se continúe con el debate sobre el tema y que cuando corresponda, el ámbito de lo jurídico recoja los consensos a los que se llegue para que, desde la dimensión de la normativa legal, esos criterios se conviertan en obligatorios, imperativos, generales y sean protegidos por la fuerza legítima de la sociedad organizada.

El tema central

El núcleo esencial del debate se encuentra en el criterio social que se adopte respecto a la posibilidad de decidir o no, en determinadas circunstancias, sobre la continuidad de la propia vida. Porque, la especificidad de cuando hacerlo, bajo qué condiciones y otros aspectos indispensables que deben ser definidos con la mayor precisión, es una derivación de esta consideración básica.

Si se defiende que la vida es sagrada y que las personas no pueden tomar decisiones sobre ella, el debate permitiría llegar a validar esta posición. Si, por el contrario, se asume que en determinadas circunstancias las personas pueden decidir sobre su forma de morir, se abre el panorama para que las sociedades dialoguen y definan lo que consideran es correcto, desde esta perspectiva de permisibilidad.

Quienes se oponen a la eutanasia esgrimen una serie de argumentos que tienen a la sacralidad de la vida como núcleo definidor de toda disquisición al respecto. La vida debe ser asumida desde el acatamiento a una suerte de predeterminación que implica cuidarla y cuando ésta llegue a su fin, esa muerte debe ser aceptada respetando los designios que la divinidad ha previsto para cada uno de nosotros.

Esa posición es muy respetable. Se fundamenta en la aceptación del dolor y del sufrimiento como purificadores de la vida y por el temor a Dios, en el mejor de los sentidos. Los que se basan en este tipo de concepciones tienen un alto nivel de comprensión del don de la vida y de las responsabilidades frente a ella y, por supuesto, de sus obligaciones frente a su propia muerte. Paciencia, abnegación, convicción, entereza, resistencia al sufrimiento, valentía y fe son algunas de las características de esas personas.

Los que están a favor de la eutanasia, emplean como argumentos, entre otros, a la autonomía de la voluntad, a la legitimidad del deseo de evitar el dolor, a la dignidad de la vida y de la muerte, al respeto que los otros deben a los valores y principios propios de cada ser humano, a la libertad de conciencia, al cuidado tanto material como espiritual de la familia de quien va a morir.

Esas posiciones y todas las otras que puedan presentarse se deben plantear en un debate que las considere con seriedad y que tenga como fin encontrar acuerdos que representen al conjunto de la sociedad.

La deliberación bioética

Es el proceso de diálogo que permite analizar una situación relacionada con la vida orgánica o social, desde diferentes enfoques: científico, cultural, jurídico, moral y filosófico. Es una herramienta metodológica poderosa que permite el despliegue de todos los puntos de vista respecto a la situación que se analiza. Genera en cada uno de los participantes la visión de nuevos horizontes que no hubiesen podido ser percibidos desde la aplicación irrestricta de afirmaciones positivas o negativas previamente asumidas. La deliberación bioética fomenta la manifestación de todos los intereses en juego en cada situación, con el fin de encontrar conjuntamente la mejor de las posibilidades éticas.

Esta es la metodología que debe aplicarse al debate nacional sobre la eutanasia. El punto de vista jurídico es importante, como lo son los otros, religiosos, antropológicos, históricos, culturales, científicos, económicos, psicológicos y cualquier otro que provenga de la especificidad de la mirada de quien lo sostiene y defiende.

Es importante en la deliberación bioética la apertura mental y espiritual para tratar de comprender el punto de vista del otro para así construir algo nuevo que represente al bien común. El propio sistema jurídico que podría parecer, para muchos, como de cumplimiento unidimensional de la norma legal, permite por supuesto, que los llamados principios generales del derecho sean los que resuelvan una situación jurídica. La justicia o búsqueda permanente de dar a cada quien lo que le corresponde es el fundamento ético mayor del sistema jurídico y, al mismo tiempo, es su constante objetivo, pudiendo ser el argumento jurídico concreto que fundamente una resolución.

En el caso de aceptación, deben considerarse algunos aspectos

La voluntad expresa del paciente. El criterio médico de que se trata de una enfermedad gravísima y mortal, sin posibilidades de recuperación, marcada por dolor y el sufrimiento que van en contra de la dignidad de la vida de la persona. La intervención de un médico u otro profesional de la salud que cumpla un estricto protocolo. Se puede considerar la participación de un comité bioético ad-hoc que de una opinión sobre el caso.

Y, todos los otros que las partes que intervienen en este proceso los consideren pertinentes y formen parte del consenso.

Una experiencia personal

Las diferentes vivencias de los seres humanos son comunes a todos, claro con la especificidad de la individualidad propia a cada persona. El dolor y la alegría, los experimentamos todos a lo largo de nuestra existencia.

En los inicios de los años ochenta del siglo anterior mi hermano Mario, joven médico en ese entonces, murió luego de un cruento padecimiento producto de una enfermedad terminal. Su dolor agónico fue el de toda la familia.

En ese tiempo, quien suscribe esta nota, cursaba el último año de estudios en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad de Cuenca. Impresionado por el padecimiento y la futilidad del tratamiento médico y hasta por el encarnizamiento terapéutico que representó todo ese proceso, escribí mi tesis de licenciatura sobre este tema. Defendí la posibilidad de que quien sufre una enfermedad terminal pueda decidir sobre su muerte y solicitar que el sistema jurídico, luego de un riguroso y formal proceso, no sancione penalmente a quien acude en apoyo del enfermo y practique la eutanasia.

Hoy, después de más de cuarenta años, siento y pienso lo mismo.