Diciembre es diciembre, se deriva de decem que significa diez, pues era el décimo y último mes del calendario Romano que, se traslada al duodécimo y último mes del calendario Gregoriano.
Diciembre es diciembre, y simboliza un umbral, una puerta de paso, porque en nuestra necesidad de control; le pusimos cadena al tiempo; si, una linda cadena que avanza en eslabón de enero, cuna de lo que será, a diciembre, fin del recorrido que nos enfrenta al nuevo ciclo…
Cada diciembre es, de manera simultánea ilusión y nostalgia: ilusión por avanzar al Yumbral de un nuevo ciclo, el año naciente y el misterio de los pasos que serán, los propósitos que se abrazarán; nostalgia por los pasos andados que, al fin, dan cuenta del andar inexorable del tiempo en que madura y se aleja la bella signora…
Diciembre es diciembre, entre el solsticio y la navidad, diciembre es el símbolo del renacer de la ilusión, la solidaridad, la esperanza; es el símbolo de la luz que remonta las tinieblas; de la promesa que encarna la redención, diciembre es diciembre, pero nosotros, al parecer, andamos en otro compás…
De cena en novena, tarareando villancicos, del mall al shoping, entre la iglesia y el pase, corriendo tiendas, olvidamos el contenido para transformar el contenedor y regalarle diciembre a la gula, la soberbia, la avaricia, la envidia, la ira y la lujuria que cabalgan campantes por los altares del consumismo que derrochan la indiferencia de una sociedad que solo puede definirse con las palabras del Mahatma: ¡me gusta Cristo, pero no los Cristianos, ellos son tan diferentes de Cristo!
Y si por una vez, solo unita, reemplazamos las oraciones por reflexiones y las promesas por compromisos; que tal si por una vez, aunque sea una, llevamos al mundo profano la luz que guardamos en el templo, ¿será eso un mejor diciembre? (O)