La Habana.- Fe, salud y un país mejor piden muchos de los devotos cubanos de san Lázaro que llegan este domingo, tras una peregrinación que en algunos casos arrancó la víspera a pesar de la lluvia, al santuario de El Rincón en las afueras de La Habana.El camino que da al templo, lugar de culto al patrón cubano de los milagros, está menos transitado que en años anteriores por las inclemencias meteorológicas y las previsiones adversas. Las dificultades en la vida diaria de los cubanos tras tres años de grave crisis económica llevan a los cubanos a seguir pidiéndole al santo en su día.La lluvia no impide a personas como Regla Mercedes ir «a cumplir» su promesa. «Le pedí salud y que tenga en cuenta al pueblo cubano por las cosas que estamos pasando», declaró a EFE esta bibliotecaria de 52 años mientras carga un versión mediana de San Lázaro.En su camino al santuario, esta señora lamenta que «un país tan lindo y tan humano nada esté así, da deseos de llorar», en referencia a la crisis económica que golpea cada día a los cubanos más humildes que, como ella, se escudan en la fe para «aguantar».Es poca la afluencia de peregrinos que a pie, de rodillas e incluso arrastrándose por la calle llegan hasta el templo que se alza sobre los terrenos de una antigua leprosería.Vestidos de morado y hasta arrastrando piedrasSin embargo, los fieles que deciden emprender el camino y cumplirle promesas llenan las calles vestidos de color morado, el tono que representa a este santo y también al «orisha» Babalú Aye, la deidad afrocubana con la que se identifica a san Lázaro.Así está vestido Dariel Alejandro Ortega, quien viste con una ropa de yute y morado, carga una cesta con un san Lázaro muy pequeño y va fumando lo que queda de un tabaco.»Vengo a pedirle salud, pero también una mejoría porque la cosa está en candela», explica a EFE, mientras pide que le «colaboren» con algo de dinero.»Le tengo mucha fe. Es un santo milagroso y eso es lo que necesita Cuba ahora: un milagro», sentencia el joven de unos 40 años.A su lado está Osmany Fuentes con su esposa y su niña pequeña cargada en brazos y también dice que seguirá asistiendo a estas peregrinaciones todos los años a «agradecerle al santo por mantener a su familia unida, pese a los problemas».Como es tradicional también hay quienes recorren varios kilómetros arrastrando consigo enormes piedras amarradas a su pies, u otros que caminan arrodillados sin importar la suciedad del camino.La peregrinación concluye en el interior del santuario donde los que terminan el recorrido descalzos encienden velas blancas y moradas y le agradecen al santo milagroso con tabacos y flores. El domingo a primera hora tiene lugar una celebración cristiana para recibir a todos los peregrinos.Cuentan que algunos han perdido hasta el conocimiento por tanto sacrificio y que se rinden no más llegar al altar. EFE
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