Me atrevo a imaginar que el influencer mediático de Carrasco debe estar atravesando por un clímax político. Un momento de excitación. ¡Sí! Esos que sientes cuando alguna vez la gente te dice que estás tomando una decisión equivocada, pero al final, el tiempo te da la razón. Y eso, en la novelería de la política, da puntos extras. Te afianza.
Es que ahora la Prefectura del Azuay, al verse con las cuentas vacías, se le ha ocurrido sablear a los propietarios de motos, vehículos y casitas, dos pepas tasas para atender la vialidad rural y limpiar cunetas. Algo parecido a la tasa solidaria del Carrasco, en sus tiempos mozos.
Y claro. Falta la yapita. También se analiza la implementación de peajes para dar asistencia vial. Algo parecido al sistema tarifado que se tenía en Chaquilcay. Con esa plata se tapaban baches, se señalizaba, pasaba libre de kikuyo. En fin, la carretera estaba chua. ¡Hecho un anís!
Pero a veces la política es puerca y no importa si hay ciudadanos afectados. En ese tiempo los narcos revolucionarios, perdón, los de Alianza País que gobernaban la provincia retiraron el peaje y eso se convirtió en un rimbombante logro político. A las pocas semanas esa vía quedó hecha una cochinada y aprovechada por los vigilantes vacunadores del tránsito. Frases como estas se hicieron comunes escucharlas. Licencia y matrícula caballero. Mínimo dos ventanas, porque estamos con mi sub. ¿Cómo quieres que te ayude? Ya posi, pon el dinero acá y no pasa nada.
A ver, me he ido por otro lado. Regresemos un momento con el comandante en jefe del Azuay, que debe estar revoloteando de la felicidad. Es que si analizamos un poco más profundo a este sujeto le van a mirar como un político con más autoridad, de pura cepa, que tuvo que fajarse contra el centralismo para proteger los intereses de los azuayos.
Ahora, hay que ponerle el ojo al uso de esos recursos. Ya es conocido de que algunos malos políticos usan ese billete para meterse al bolsillo o para bombardear de propaganda política, para eternizarse en el poder. (O)