Cada 24 de diciembre, Cuenca, se convierte en un espacio de color, religiosidad y de danza. Esto gracias al Pase del Niño, que convoca a miles de personas a las calles céntricas de esta ciudad. Pero no solo la capital azuaya se viste de gala para esta fiesta, sino que en otros países, los ecuatorianos mantienen esta tradición. Con mayor fuerza en Estados Unidos.
La fe hace que cientos de cuencanos en conjunto con otros compatriotas de la región austral sea la mayor inspiración para coordinar y realizar el Pase en ciudades de Norteamérica, a pesar de que el frío extremo sea un inconveniente para salir a las calles.
En algunas ocasiones, algunos emigrantes asistían al desfile en la capital azuaya, pero por algunas razones esto se dificulta. Por ello se motivan a participar en los diferentes pases que se organizan en Estados Unidos.
Como un método de aliviar esa tristeza de no viajar a Ecuador, envían donaciones incentivan a sus familias para que asistan a esta fiesta religiosa en Cuenca. Así buscan la manera de mantener viva la fe en el hijo de Dios y cumplir con las promesas hechas antes de emigrar.
Uno de esos casos es Andrés Chillogalli, quien reside 15 años en New York. “Por temas de trabajo se complica el viaje, pero mantengo mi fe intacta en el ‘Niñito’. Participaba con mi familia en el Pase, son momentos inolvidables. Sean creyentes o no, todos tienen en la mente esta expresión religiosa”.
Pase del Niño Viajero en Patchogue
Patchogue es una villa ubicada en el condado de Suffolk en el estado estadounidense de Nueva York. Allí se realiza cada año un Pase del Niño Viajero, que congrega a más de 2.000 personas, en su mayoría ecuatorianos y oriundos de Gualaceo. También se involucran cuencanos. Se forma una comunidad tricolor.
Entre esos fieles está el oriundo del Jardín Azuayo, Giovanny Fernández, quien vive en Patchogue, 34 años. Llegó a esta ciudad en 1985 y desde entonces este espacio se ha convertido en su hogar. Sin embargo, con esfuerzo ha sido uno de los motivadores constantes para que las tradiciones del Austro se mantengan vivas.
Según Palacios, en estas épocas la temperatura puede llegar hasta bajo cero, pero eso tampoco impide para que se junten los devotos del Niño Viajero para replicar en algo lo que sucede en Cuenca. La tradición se mantiene viva.
Para evitar contratiempos con el clima frío, los pases se realizan en iglesias o coliseos. “Generalmente, cada año se nombra un prioste. A veces el frío nos juega una mala pasada, por ello nos organizamos con seis meses de antelación. Todos están pendientes de sus vestimentas religiosas, algunos las confeccionan aquí o ya hacen pedidos en Ecuador. Contar con carros alegóricos o caballos es difícil”.
El desfile en esa localidad estadounidense también se realiza cada 24 de diciembre. La figura del Niño Viajero cierra el pase y es cargada por los priostes, ante el aplauso de los presentes. En esta ocasión se tiene previsto que esta fiesta no dure menos de tres horas.
Este grupo de ecuatorianos de la zona del Austro en Patchogue se juntará en la iglesia San Francisco de Asís o conocida en ese lugar como San Francis. Tras el paso de las comparsas y la eucaristía, se da lugar a la alimentación de los asistentes.
Este año se tiene previsto que más de 2.000 personas asistan a esta fiesta en suelo norteamericano. En lugar de tomar chicha -como se hace en Cuenca- en esa localidad, Estados Unidos se reparte rosero, una bebida tradicional de Gualaceo.
“No se pierde la esencia, aun estando fuera de casa, mantenemos esta tradición”, comentó Giovanni Fernández.
Este tipo de pases son expresiones de pertenencia
Para Lorena Escudero, docente investigadora de la Universidad de Cuenca, exministra del migrante y excónsul de Ecuador en España, el Pase del Niño Viajero en otros países, son expresiones de pertenencia y vínculo con su país. Este tipo de manifestaciones son parte de la convivencia.
De acuerdo a la profesional cuencana, estos desfiles forman parte de la riqueza cultural y la religiosidad que tiene Ecuador. Y es necesario que estas se mantengan en las comunidades del migrante en otras latitudes.
“Son manifestaciones de pertenencia al país de origen. De alguna forma se da esa lucha para que no se pierda esa riqueza cultural en su lugar de destino y a la vez mantener un vínculo cercano con su familia transnacional”.
Escudero aclara que el Niño Viajero tiene un espacio importante desde hace 60 años con el hecho migratorio. Por ello, la importancia que dan los ecuatorianos a esta devoción. “Los compatriotas, si no pueden viajar, aportan con remesas a sus comunidades. Su religiosidad permite este tipo de comportamientos”.
Según la docente universitaria, en Madrid, uno de los pases más grandes del Niño Viajero organizado por ecuatorianos cumplirá 23 años.