Creo que el mayor portento de la navidad es sentir el espíritu navideño en el reencuentro con el niño que llevamos olvidado dentro, el infante que abandonamos y relegamos muy en el fondo de nosotros en esa alocada carrera de la infancia a la adolescencia, a la juventud, a la madurez y al júbilo crepuscular que ahora, en una retrospectiva del camino, nos permite mirar la vida, sin nostalgias, con los ojos y sensibilidad del pequeño que recuperamos del fondo de nosotros.
La Navidad a más de todos los motivos para la felicidad como el reencuentro con “nosotros mismo”, con una comunidad tocada de humanismo más allá de lo festivo, de lo protocolario y el márquetin, con la familia, con los amigos, con los hijos y desde luego con el milagro risueño de los nietos; con la fraternidad y la solidaridad como antenas para la sensibilidad que nos motiva a reflexionar sobre el espíritu y trascendencia de esta festividad universal, en la medida que el cristianismo es una de las tres religiones monoteístas más difundidas en el planeta y que, justamente, parte desde el nacimiento de Jesús, momento exacto en la historia de la humanidad “cuando se quebró el tiempo” como dice mi amigo Fernando Vivar en “Oro, Incienso y Mirra”, fecha que la iglesia cristiana ubica en un 24 de diciembre y en la que, muchos pueblos anteriores al cristianismo, celebraban el solsticio como ritual de la fertilidad de la tierra, trascendental en las culturas agrarias del Mundo que sintetizaba en el calendario agrícola, solsticios y equinoccios, las más importantes festividades y rituales a sus deidades protectoras genuinas manifestaciones del Creador Universal.
Así entendida la Navidad es la festividad del amor y la ternura en la medida que establece un acercamiento al espíritu infantil como encarnación de lo Divino y Trascendente humanizado, y lo celebramos con una diversidad simbólica que matiza de armonía, luces y colores el ambiente, el corazón y los sueños. Ojalá que el Espíritu Navideño ilumine a los hombres, en todo el mundo, por encima de ambiciones, religiones, ideologías y geopolítica que, ahora mismo, está ocasionando tanto sufrimiento y mortalidad infantil. (O)