Vivir, es renacer en cada acto de amor. Es la energía que inicia y mueve la materia para en su trasformación humanizada comprender que somos espíritus encarnados y así continuar en la trascendencia inexplicable del Ser Infinito.
Cuando celebramos la navidad asumimos la realidad que integra la materia y el élan vital tal como vislumbra Henri Bergson sin pretender ser dueños absolutos de la verdad.
Debemos abrir las mentes a la posibilidad de que existe un mundo creado por la voluntad suprema de Dios, ya que nadie ha podido probar la contrario, desde luego que en el campo de la dialéctica la discusión para llegar a la verdad está a nuestra disposición, solo que es necesario un mínimo de respeto al otro y a los otros y por consiguiente del respeto a nosotros mismo. “Ése es el problema” recordemos la tragedia de Hamlet.
Pero bien, estamos en la postmodernidad. Aun cuando para algunos la inquisición de todos los matices sigue presente y por allí asoma ya no un inquisidor de oficio sino un Torquemada de laicidad no entendida en la dimensión positiva para más bien aplicar su voluntad tal el caso del tirano insano que persigue periodistas y pretende confiscar las mentes o, el genocida que cierra universidades y persigue curas y políticos opositores porque piensan y ensañan lo contrario a sus intereses. La recurrencia criminal de las guerras, la exclusión y el delito. Así los ejemplos de la negación humana se dan por miles de corruptas mentalidades
Pero, la luz de la idea renace permanente y la vida florece aquí y allá pese a los cementerios de la estupidez.
En estos días como siempre debemos reflexionar desde la realidad de nuestra vida y dar gracias por seguir presentes en su proceso indetenible con la esperanza y la Fe en el mensaje perenne de solidaridad y de encuentro fraterno. Renazcamos a la vida creativa para construir un mundo mejor. (O)