A veces uno tiene la impresión de que un año ha volado, pero, aunque no haya sido suficiente para cumplir nuestros objetivos, han sucedido varios tipos de acontecimientos en nuestras vidas personales, en la vida del país y en la vida del mundo.
A pesar de todas las dificultades que seguiremos enfrentando, creo que, desde un punto de vista biológico, la vida humana es casi como un poema; tiene su ritmo y cadencia, sus ciclos internos de crecimiento y decaimiento. Comienza con la inocente niñez, luego la torpe adolescencia, después llega la virilidad de intensas actividades, en la edad madura hay un leve aflojamiento de la tensión; y luego en el ocaso de la vida, si tenemos una verdadera filosofía de la ancianidad, y hemos ordenado nuestra vida conforme a ella, será ésta para nosotros la edad de la paz, seguridad interior y contento, finalmente, la vida se apaga y llega uno al sueño eterno, para no despertar jamás.
Por todas estas razones debemos aprender a amar y honrar al tiempo, porque sabemos cuáles son sus intenciones, sus disposiciones, sus secretos y sus misterios.
Qué extraño y misterioso es el tiempo, qué raros somos, el tiempo ha cambiado realmente y también nos ha cambiado. Ha avanzado un paso, ha descubierto el rostro, nos ha asustado y después nos ha trasportado.
La mayor parte del tiempo nuestra vida la pasamos entregados al mal, otra parte sin hacer nada, y toda la vida haciendo lo que no debiéramos hacer. Debemos aprender a valorar el tiempo, saber cuánto vale un día, que entendiéramos que cada día el hombre muere un poco.
Convirtamos nuestras almas en altares sagrados que los fantasmas del pasado no puedan alcanzar y los dedos descarnados de los muertos en vida por el egoísmo, la codicia, la corrupción y el autoritarismo, no puedan tocar.
En este nuevo año, es menester no abatir nuestra fe en los tormentos, y, velar en pie y aún heridos en las trincheras, no apoyarnos en las palabras demagógicas de nuestros políticos, ya que el sueño acostumbra invadir a los que se apoyan en alguna cosa.
Es indispensable para nuestra dignidad, que reflexionemos que, la vida sin libertad es como un cuerpo sin alma, y la libertad sin pensamiento es como un espíritu confuso.
Aprendamos a vivir en paz y sin temor, dejemos de caminar como siervos en un país aturdido por la corrupción, la impunidad y la narco delincuencia que ha hecho MESTÁSTASIS en todas las Instituciones de nuestro vapuleado Ecuador.
He pasado algunos días escribiendo estas letras, y al hacerlo, me he sentido como una nube que quiere penetrar en el corazón de la raza humana para descifrar sus misterios. (O)