Vivimos en torno a números: centímetros, kilogramos, años, horas, espacios. Pero las medidas van más allá de la cantidad y cifras en el cuerpo y en el tiempo. Los conteos también están en la huella, ese rastro inmensurable que dejamos para otros, volviéndonos influencia (en lo básico), y trascendencia (en lo más profundo).
Protágoras, un filósofo del siglo IV a. C., dijo, “el hombre es la medida de todas las cosas.” En esto aplica el relativismo para explicar que cada persona percibe y concibe algo sobre lo que ocurre y existe en correspondencia a su realidad. Un mexicano podría degustar nuestro ají casero e indicar que es una salsa suave, mientras para nosotros, una punta de chile es más que suficiente capsaicina para quemarnos un sentido. Ambos tienen razón.
Sócrates, algo menor a Protágoras, planteaba que es fundamental para las personas auto examinarse ¿Podría ser esto una automedición? Revisar el alma, explorar nuestras vidas, y hacer preguntas sobre lo que hacemos y pensamos, nos permite adquirir conocimiento a la vez de acentuar la bondad y moralidad en cada uno. Diría que esto implica humildad, porque se trata de reconocer nuestras limitaciones, y que hay ideas preconcebidas o aprendidas que pueden mejorar.
Ya en una época más reciente, el siglo XIX, el filósofo George Santayana, propone: “Quienes no pueden recordar el pasado, están condenados a repetirlo.” Y presenta nuevamente una reflexión, sobre aprender de las experiencias. No desde una perspectiva negativa, sino más con la esperanza del progreso. De identificar ciertos errores para cambiarlos, o de mirar lo que estuvo bien y cómo mejorarlo.
Entonces, si cada uno de nosotros somos ese rango de medición entre el materialismo (lo corpóreo) y el idealismo (mente y espíritu), así como la dialéctica (argumentar), nuestros parámetros de análisis, deben ser ampliados cualitativamente y no quedarnos en números.
Despedimos el año con estos “viejos” quienes nos dejan pautas para mejorar. Que midamos nuestras vidas pensando, actuando y aprendiendo del 2023. Que nuestras almas se encuentren íntegras en el 2024, para que al cabo de 366 días (porque nos viene año bisiesto), cuando evaluemos nuestras decisiones y acciones, sintamos paz y regocijo por nuestro trascender en la familia y la sociedad en la que vivimos. (O)