Muchos lectores han pedido que dijera algo sobre las bendiciones del Papa Francisco, que tanto revuelo está causando en el mundo y al interior de la Iglesia. Y lo voy hacer con absoluta sinceridad y con la mayor sencillez y claridad posible.
Ante todo debo contextualizar el asunto. Se trata de la declaración “Fiducia supplicans” sobre el sentido pastoral de las bendiciones no litúrgicas promulgada por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe y aprobada por el Papa Francisco el 18 de diciembre del año pasado, para otorgarlas a las parejas homosexuales y de divorciados vueltos a casar. El texto mal leído o leído con un criterio sesgado, ha dalo lugar a publicaciones sensacionalistas y ha escandalizado a un sector del pueblo de Dios, secundado por algunos pastores que han manifestado su resistencia.
Pero el asunto es distinto de lo que a primera vista puede parecer. Las bendiciones NO SON una especie de aprobación al pecado objetivo, como diciendo “Dios es bueno, confía en Él, sigue adelante el camino que llevas, Él te perdona”; SINO una especie de “felicitación” a las personas que, sensibles a la voz de la conciencia, juez invisible que nos advierte de lo bueno y lo malo, saben que están haciendo mal y solicitan la ayuda de Dios misericordioso para salir de la situación.
Todo está clarito al final del documento. Las bendiciones han de ser conferidas sin ritos ni símbolos que simulen liturgia, así mismo, sin ninguna conexión con ceremonias civiles de unión ni con la Santa Misa; sino de manera prudente, evitando que se dé la impresión de legitimar algo.
Por su puesto que el riesgo, de que estas bendiciones sean manipuladas por parte de algunos interesados que sólo buscan acallar su conciencia o encontrar aceptación en la sociedad, o de que sean mal impartidas por ciertos pastores “benévolos” poco prudentes, persiste. Por lo que opino ¾que me perdone el Papa¾, que hubiese sido mejor no emitir tal declaración; sino simplemente, ante las presiones de ideologías malevas que, disimuladamente, también exigen a la Iglesia “derechos”, continuar con la actitud misericordiosa de Cristo frente a la mujer sorprendida en adulterio y practicada por siglos por la Iglesia “Yo tampoco te condeno. Vete y no peque más”; pues para muchos, este interesante y bien intencionado documento, queriendo purificar el pozo, lo que ha hecho es mover el sedimento. (O)