En una reunión familiar de fin de año, me preguntaban ¿cómo saber si la economía de una familia anda bien? y de estar mal, ¿puede haber una solución?, también de seguida me decían si la respuesta a esta interrogante, es válida para explicar la economía de nuestro país. No dudé en responder que sí, que lo que acontece en una familia, se puede replicar a nivel de nuestra economía. Tal como el valor de la fidelidad en el ámbito social se erige como un principio moral, que faculta a la persona para cumplir con sus acuerdos y compromisos, también es un valor que está presente en un gobernante, porque la fidelidad es el cumplimiento de la palabra dada. Al prometernos un país seguro y con bienestar. Bienestar no es el único desafío al que se enfrenta la familia y la economía. También están el crecimiento y la competencia fiscal.
La importancia de la educación financiera en una familia les permite alcanzar la prosperidad, cumplir con sus proyectos de vida y alcanzar el bienestar y lo pueden lograr a través de la planificación financiera, siguiendo dos herramientas: un plan de ahorros y un plan de vida. Como familia, debemos estar en capacidad de reconocer nuestros comportamientos financieros, aplicar herramientas para redefinir nuestros hábitos de consumo, planear metas que nos conduzcan a fortalecer nuestro patrimonio y tomar el control de nuestras finanzas, logrando un equilibrio de las mismas. Igualmente, el Estado debe buscar el equilibrio de sus finanzas públicas, debe gastar después de recibir ingresos, endeudarse para fortalecer la riqueza de la nación o generar ingresos, ahorrar al menos un X% de sus ingresos y comprometer para el pago de deudas un porcentaje menor al Y% de sus ingresos. Estas reglas básicas, sin duda, se necesitan alcanzar para una salud financiera y reconocer el significado del ser (reconocer nuestras ventajas competitivas, valores y ética), el hacer (uso de acciones de política economía serias y creíbles) y el tener (un plan de gobierno, compromisos y metas para ubicarnos en alto sitial en el contexto regional y mundial).
Con estos desafíos sin resolver, a los que se suma la creciente complejidad de la gobernanza y la integración de reglas y normas de mercado, y reconociendo la ausencia de convergencia y cohesión como una amenaza, si hay solución para la economía ecuatoriana. Ahora solo me resta desearles a mis lectores un fin de año lleno de gratitud y un 2024 lleno de bendiciones. (O)