Leí con interés “LA ULTIMA ENCRUCIJADA” libro apasionante de Jorge Liotti, editor jefe de la sección política del Diario La Nación de Argentina, en el cual se hace un recuento de los últimos 40 años de retorno a la democracia de este querido país, y de alguna manera puede justificar la ganancia de Milei, y su plan de gobierno muy criticado por lo severidad de sus decisiones, la eliminación de más de 30 leyes, recorte de subsidios, dada de baja de contratos en el servicio público, etc.
Coincidimos con el autor, en que nunca como ahora existe un consenso generalizado de la inmensa crisis en lo económico, político y social que viven los argentinos. Una inflación solamente superada por Venezuela, con distorsiones inmensas en la economía, cuyas soluciones ya no pasan por la adopción de medidas monetarias y financieras, porque al final es una crisis multidimensional.
Para quienes reivindican los conceptos de institucionalidad, tutela judicial efectiva, seguridad jurídica y democracia, a veces no consideran a fondo los efectos de la crisis en la sociedad, el impacto en la moral de ciudadanos, el pesimismo generalizado de que el país está de tumbo en tumbo.
Las elecciones presidenciales, los cambios de gobierno, generan expectativas de cambio, pero más bien, en el caso argentino, dejaron de ser escenarios esperanzadores, porque cada gobierno ha sido peor que el antecesor, confirmándose el dicho de que “lo peor está por venir”. La propia percepción de la gente que antes en un 70 % se consideraba de clase media, ahora no llega a más del 30 %, es decir pasaron a una categoría inédita de pobreza real y también emocional.
Cuando alguien se siente más decaído en su forma de enfrentar la realidad diaria, se nota en sus pasos y en sus conversaciones. Ocurre en el Ecuador situaciones muy parecidas, quizás no de la dimensión de la Argentina; nosotros, tenemos problemas graves como la inseguridad, el destape del narcotráfico, los grupos de delincuencia organizada monitoreada por políticos plenamente identificados. La sociedad busca ya un punto de inflexión, para no seguir en el modelo de la resbaladera.
Para salir de esta crisis multidimensional que vivimos, se requiere una mancomunidad de esfuerzos. Así como en la Argentina, el proyecto de los socios del socialismo del siglo XXI ha sido buscar la inestabilidad, trabajar denodadamente por la impunidad, correr a esconderse detrás de la pantalla de “lawfare”, sintiéndose perseguidos, luego de los latrocinios que causaron.
La mayoría de los ecuatorianos ya no comemos cuento. La estabilidad democrática no es suficiente para garantizar el desarrollo de nuestros países. Tenemos en Ecuador un poco más de un año, para procesar un cambio que mejore la realidad del país. No hay mucho tiempo. (O)