Ecuador vive días de terror. Negarlo o minimizarlo sería un error o darles la razón a los grupos narco criminales y a sus protectores disfrazados de todo y en todas las instancias.
Lo prueban los hechos terroríficos registrados durante la noche, la madrugada de este martes y durante el día incluso en ciudades como Cuenca, Azogues, Quito, Esmeraldas, Machala y Guayaquil.
Todo eso, y mucho más, tras la declaratoria del estado de excepción, con toque de queda incluido, por parte del presidente Daniel Noboa, a raíz de la fuga del cabecilla de uno de los grupos narco delictivos, en especial por la decisión de trasladar de una cárcel a otra a varios líderes de las demás bandas criminales.
“No vamos a negociar con terroristas” fue la frase final del Presidente en su mensaje al país.
Fue el detonante para desatar las más viles y crueles acciones de terror por quienes han hecho de las cárceles sus feudos para seguir delinquiendo, dando órdenes para asesinar, “vacunar”, traficar y secuestrar. Se han repartido el territorio nacional para cometer estas y otras atrocidades. Y por eso y muchas razones más, los traslados no les convendría.
Retuvieron a guías penitenciarios, secuestraron a policías, cometieron atentados con explosivos en ocho provincias, causando daños en gasolineras y puentes; incendiaron vehículos, entre ellos a los transportados en un tráiler; en Cuenca atacaron un camión militar en el acceso a la cárcel de Turi y explotaron bombas panfletarias.
Siempre se dijo: el Estado no controla las cárceles, sino las bandas criminales, ayudadas por estructuras mafiosas a su servicio, enquistadas en las instituciones encargadas de la seguridad en esos “antros del mal”, en las de administrar justicia y hasta en las de inteligencia.
¿Quieren someter al Estado? Eso jamás. Es momento de la acción contundente, de pararse firme para no claudicar, de aplicar la ley, y en eso el Gobierno debe demostrar liderazgo. Ahora o nunca.