Ecuador, hermoso País, rodeado de paisajes, mar, amazónica área, montañas andinas de insuperable belleza, una costa prolífica, el tesoro insular de Galápagos, gente buena repartida como toda su biodiversidad, ha sido vestido de un metastásico conflicto que ha alcanzado niveles de horror en todos los estamentos gubernamentales y en la sociedad civil, que ha cubierto de sangre y dolor a muchos, ha erosionado la paz en nuestros hogares, ha frenado el comercio lícito y los mecanismos que los buenos ecuatorianos, que son la mayoría, usan para ganar el pan de cada día. Los noticiarios muestran miseria humana, a punto de que existe gente que ya no mira ni escucha este mecanismo de ganarse un estrés y deteriorar aún más la calidad de vida.
También existen élites que no pagan los impuestos que pertenecen al Estado, mientras miles de ecuatorianos se lanzan a la aventura migratoria cuando se han llenado de desesperanza.
A los ecuatorianos, el Estado les prohibió el uso de armas. A Nuestro País ingresaron individuos de todo estrato conductual y así el delincuente se convirtió en un verdadero polvorín, mejor dotado que el ejército y la policía, lo que dio paso al crecimiento del tráfico de sustancias prohibidas, motor de nuestra tragedia.
Qué dolor mirarle a la Patria sangrante, como fruto de lo actuado por algunos políticos, como resultado de lo no hecho o de lo incorrecto en su accionar. Porque, más importante, es llenarse los bolsillos personales a cambio de la tragedia de la sociedad. Todo esto sale a la luz y consideración pública, por la denuncia del Embajador de USA, Michael Fitzpatrick.
Que el Gobierno sea implacable bajo égida jurídica con quienes han lacerado al País, que cuenta con gente buena y laboriosa, no sólo con esta guerra, sino con el consumo de lo ilícito que degrada a los seres humanos, con el sicariato y con la presencia del blanqueo de lo oscuro y turbio. (O)