El proyecto del Gobierno para alzar el IVA del 12 % al 15% a fin de enfrentar la “guerra interna”, la crisis social y económica, es objeto de profundo análisis por parte de la sociedad civil, en gran parte alentando, como debe serlo, por los medios de comunicación.
En esos análisis se debaten los pro y contra, se dan alternativas. Casi todos toman en cuenta la tremenda crisis de inseguridad, amén de la financiera, reflejada en un Estado casi aniquilado por sus cuentas por pagar, mientras merman los ingresos.
No pocos hablan de un sacrificio. Uno más claro está, como claro están los costos por la “guerra interna”, declarada para enfrentar al enemigo común: la delincuencia criminal organizada.
Para unos, el alza del IVA debe ser temporal y en no más de uno o dos puntos. Para otros, incluyendo varios sectores políticos, vale gravar con un mayor impuesto a la banca privada, a los grupos de alto poder económico, algunos de ellos favorecidos con la última remisión, supuestamente a cambio de emplear a los jóvenes.
Todo vale a la hora del debate, en especial de las decisiones, si bien estas dependen de como se alinean las bancadas en la Asamblea Nacional.
Pero hay otras coincidencias: cualquier sacrificio vale; pero ¿y cuál es el del Gobierno si no reformula la administración del Estado, comenzado por “ajustarse” ante el desangre de recursos por el abultado gasto público?
La coyuntura le viene bien. Debe aprovecharla para resolver, de una vez, los problemas económicos, comenzando por focalizar los subsidios a los combustibles, siempre postergada por miedo a organizaciones incendiarias, más otras decisiones tajantes, así tengan costo político.
El sacrificio exigido, aceptado de alguna forma por un gran segmento de la población, tampoco debe ser igual para todos, si no de acuerdo a su capacidad económica.
Pero es la oportunidad para darle remedios infalibles a la crisis fiscal, no placebos. No habrá otra. Entenderla así es saber gobernar.
