Es hora de decisiones definitivas

A la hora de la hora no se vislumbra un punto de conexión nacional frente al descalabro económico del país, con una guerra interna de por medio para luchar contra un enemigo poderoso bélica y económicamente; y tantos y tantos problemas derivados de una conducción política cortoplacista, egoísta hasta cierto punto; de no pensar como nación sino en reductos electoralistas; peor de darles soluciones definitivas aun a costa de sacrificios, sudor y lágrimas.

Esa ha sido y es la pesada cruz de los ecuatorianos, unidos cuando hay logros deportivos internacionales; cuando habían conflictos bélicos con los vecinos, o tras desastres naturales de envergadura.

A estas alturas de la crisis económica y de seguridad está clara la situación. Hablamos de la situación real: palpada, vivida, explicada, informada. No de la preterida o tergiversada por sectores políticos interesados en cuidar los votos, de pensar en la reelección, cuando no en el fracaso del Gobierno, y mejor si fracasa en su decisión de recuperar la paz de la República.

La situación económica no está para aguantar decisiones tibias, peor contrapropuestas encaminadas a tapar un hueco para abrir otro y sin tomar en cuenta el contexto; tampoco de seguir solapando subsidios, cuyos beneficiarios, contradictoriamente son los más afortunados, el contrabando y el narcotráfico, y cuya focalización se exige desde hacía varios años.

Lo hemos dicho: el precio a pagar a fin de resolver de forma definitiva crisis tan rancia y grave no debe ser igual para todos; pero eso no implica sentarse frente a una misma mesa y decidir “mojarse el poncho”, pero todos, renunciando no tanto a principios, si no a esa forma egoísta, facilista, y a la vez falaz, de ver cómo el país se nos va de tumbo en tumbo. ¿A lo mejor algunos sectores lo desean para erigirse en salvadores, falsos claro está?

Sin seguridad, la economía va por el despeñadero; sin una economía fortalecida, la seguridad para por ese mismo camino.