Cuando se llega a la parroquia Bulán, en Paute, desde la vía que lleva a Azogues, a simple vista solo ve un valle que divide las colinas verdes. No hay nada que pueda decir que allí, en ese amplio espacio natural en donde sobresale uno que otro techo de teja, hay un paraíso de frutas.
Y, sin embargo, existe. Bulán, gracias a sus ocho comunidades, guarda un espacio fértil y propenso a brindar una variedad de frutas al menos seis meses seguidos en cada año. Duraznos, reinas claudias, manzanas y peras predominan en la parroquia que es muy buscada cuando se acerca Carnaval.
En Bulán, las primeras cosechas empiezan a finales de diciembre y se extienden hasta finales de febrero. Y precisamente por ese lapso de tiempo, en el que se desarrolla el Carnaval azuayo, es que la parroquia comienza a ser visitada por docenas de personas.
Las frutas de la parroquia pauteña se usan para elaborar el dulce que se reparte con el pan en las fiestas carnavalescas. Hombre y mujeres arriban a las comunidades para buscar las mejores frutas.
“La gente llega en enero y febrero a buscar las frutas. Aunque nosotros vendemos más a los comerciantes o en los mercados de Paute y Cuenca. Allá van las frutas que cosechamos por estos días”, dijo Ángel Rojas.
Ángel es un hombre que ha crecido y aferrado en Bulán. Junto a su familia, él está dedicado a sus tierras que se extienden en una ladera. En ellas tiene árboles de durazno, reina claudia y manzana.
Cuando se acerca el fin de año, Ángel toma las gavetas, las monta en su caballo y comienza a subir hacia los huertos. Si se ve por encima, el trabajo parece fácil. Acercarse a la mata, jalar la fruta y ponerla en la gaveta. Pero no es tan así.
Cosecha, trabajo complejo
El clima, que cambia de un rato al otro; ese subir y bajar por la pendiente; cargar docenas de gavetas en cuyo interior hay docenas de frutas. Solo aquel que trabaja en la tierra sabe lo pesado que puede llegar a ser la época de cosecha.
Entre el sudor o el frío, entre el calor o la lluvia, hombres y mujeres van y vienen entre las huertas que se han levantado desde hace décadas en Bulán.
Metidos entre las ramas o subidos en los árboles, las manos no paran de moverse los lunes, viernes y los sábados, días dedicados exclusivamente a la cosecha de las frutas.
“Es bien sacrificado el trabajo de la cosecha de las frutas. De todo mismo. Hay que subir al árbol, hay que escoger y cargar para entregar y vender”, explicó Giovanni Prieto, quien, desde niño, está dedicado a la dura labor de la tierra en la parroquia Bulán.
Y, aun así, a las personas que viven en Bulán no les importa. Lo que importa es tratar bien a las huertas, cuidarlas, protegerlas, para que la tierra sea grata y devuelva el cuidado con frutas que luego terminarán, principalmente, en los mercados de Paute y Cuenca.
Pero antes de eso hay que escoger. Luego de que el trabajo en la huerta termina empieza otro. Las familias deben seleccionar las mejores frutas y clasificarlas en las gavetas. Pequeñas, medianas y grandes. Que estén en buen estado, que tengan buen aspecto. De todo hay que fijarse para que la fruta se venda en el mercado.
“Después de la cosecha hay que clasificar. Nosotros mandamos clasificado para que vayan a los mercados. El precio de la fruta depende de la clasificación. Del porte de la fruta. Es un trabajo duro. Siquiera unas cincuenta gavetas tenemos que clasificar por día”, contó Flora Prieto.
Cada proceso, desde la siembra, pasando por el cuidado de la tierra, hasta la cosecha y clasificación, tiene su importancia. Nada es más, nada es menos en el campo. Todo se valora. Y eso, para la población de Bulán, pueden entender aquellos que consumen sus frutas solo una vez que se adentran a sus huertas. (I)