Con motivo de la conflictiva situación que se encuentra viviendo el país, han surgido múltiples ofertas de apoyo, tanto de organismos internacionales como de naciones hermanas. Y también muchas manifestaciones de respaldo provenientes de diferentes organizaciones sociales ecuatorianas, circunstancia que, a no dudarlo, ha fortalecido las decisiones y acciones del gobierno, así como el reconocimiento a los miembros de la policía y de las FF.AA. Pero, y como “nunca falta alguien así”, no podíamos estar exentos de la nota discordante, que esta vez, y para variar, tuvo como protagonista al ciudadano Nicolás Maduro, uno de los más puros especímenes de aprendiz de dictadorzuelo.
Se ha puesto bravísimo al enterarse que nuestro país ha aceptado la ayuda del Comando Sur de las FF.AA de los Estados Unidos, en la lucha contra la delincuencia organizada, y ha tenido la desfachatez, por no decir otra cosa, de cuestionar la decisión del gobierno ecuatoriano en tal sentido. Como si el gobierno de nuestro país necesitara pedir la venia o la autorización de la dictadura venezolana, para decidir de quién recibe la ayuda y de quién no. Pero no se queda ahí nuestro gorilón caribeño, sino que además insiste ante el presidente Noboa, que ellos, entiendo que se refiere a cierta dirigencia militar venezolana, son mucho mejores que los gringos y deben ser los “llamados” para resolver nuestra problemática de inseguridad.
El gobierno venezolano, autoritario, déspota e ineficiente, que ha obligado al éxodo de cinco millones de sus habitantes hacia Colombia, Ecuador, Perú y la selva del Darién, que tiene el ingreso per cápita más miserable de la región y una de las inflaciones más altas del mundo, para no referirnos sino a tres de sus mayores “perlas”, quiere ahora, como era el sueño del finado Chávez, convertirse en el adalid del populismo socialista, pero no a través de la lucha ideológica, sino intentando “impartir órdenes” que violan la soberanía de los pueblos, principio tan cacareado por ellos mismos, pero que se vuelve etéreo y lejano cuando son sus perversos intereses los que se encuentran en juego. (O)