En la historia humana estos términos indican dos momentos opuestos en sí mismo, porque civilización significa armonía y progreso social por el imperio de la Ley, con normas jurídicas, costumbres y tradiciones inspiradas por la cultura de la paz y la creación positiva de la sociedad. Insisto, dentro de los principios básicos de vivir honestamente, dar a cada quien lo suyo y no causar daño.
Lo opuesto es la barbarie en la que nos precipita el dolo y la arbitrariedad que caracterizan al delito común y al crimen organizado internacionalmente que han contaminado al tejido social, al punto que la corrupción, delictual en sí mismo, activa o latente, siempre está lista para dar su zarpazo.
Del delito, en cualquier modalidad no se libera el organismo social sino por la eliminación de sus factores.
Nuestro mundo está contaminado, múltiples formas delictuales se han extendido, así es que el consumo de drogas crece y su demanda alienta la producción, comercialización y consumo sin mediar autorización médica. Pero el crimen organizado no sólo es de drogas, también son los de trata de personas, comercio ilícito de armas, terrorismo, sicariato, lavado de activos y más tipos penales desarrollados por las mafias que nos vienen desde otras latitudes y que hacen del territorio ecuatoriano su espacio de tránsito o ejecución, con alevosa premeditación, violencia y fraude.
En este cuadro no caben dilaciones sino la acción inmediata del poder legítimo del Estado para recuperar la armonía del tejido social con las medidas necesarias e impostergables que prevé la saludad pública con la sanción y erradicación del delito y de forma planificada con educación, trabajo, inversión y producción de inmediata y permanente realización
La corrupción, la hipertrofia estatal, la distorsión del neoconstitucionalismo y la perniciosa intervención en la administración de justicia deben ser extirpadas para restaurar la cultura de la paz social y la seguridad jurídica que garantiza el Estado de Derecho. (O)
