¿Acaso militarizar al país y pintar los murales lleva a la desaparición de los grupos delincuenciales? ¿Será que haciéndoles cantar el himno nacional logran transformar sus pensamientos, sus emociones, sus sentimientos y cubrir sus necesidades? ¿Hacerles que se golpeen entre ellos, una vez capturados, no es acaso abuso de poder y una dolorosa expresión de la pérdida de humanidad que caracterizan estos tiempos? ¿Qué tratado internacional permite vejar, humillar, denigrar a los prisioneros de guerra? Se sabe cuándo comienza un conflicto bélico, pero nunca cuando termina; en una guerra nadie gana, todos perdemos, mientras la industria armamentista acumula cuantiosos bienes gracias el mercado de la muerte y el terror. ¿Qué posibilidades existen para atender las urgentes necesidades de los sectores empobrecidos del país históricamente marginados? Para los pobres –los desechables– la migración, el trabajo informal, las calles, la prostitución, la delincuencia, el tráfico de drogas y las organizaciones criminales son la única posibilidad cierta para sobrevivir. ¿Qué pasará cuando los militares se retiren a sus cuarteles? ¿Existe un plan de “postguerra” ecuatoriano o seguiremos las instrucciones de Estados Unidos, el mayor consumidor de drogas del mundo? No habrá paz, si no hay justicia con dignidad para los pueblos. (O)
CMV
Licenciada en Ciencias de la Información y Comunicación Social y Diplomado en Medio Impresos Experiencia como periodista y editora de suplementos. Es editora digital.
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