Tumaco (Colombia).- La marimba de chonta, la gran dama del Pacífico colombiano, sigue sonando en los rincones más apartados y abandonados por el Estado gracias a personas como Juan Tenorio, un ‘luthier’ que defiende que el cambio social debe llegar a través de la cultura.
La marimba no es un instrumento cualquiera: no solo es un vínculo directo que une al Pacífico con África, sino que también recoge el conocimiento que tienen los indígenas de la madera que se usa para construirlas. Además, tiene espiritualidad, cuenta Tenorio en una entrevista con EFE en su taller en Tumaco, en el departamento de Nariño (suroeste).
Una marimba se debe ensamblar cuando hay «bajamar», cuando la marea está baja para «que cuando suba el mar la marimba coja más volumen al sonar»; pero también se tiene que tener en cuenta la luna, ya que «después del quinto de luna no se puede colgar ninguna madera» de las que se usarán para fabricar el instrumento, y «el día y la noche» porque «una marimba no se puede afinar en el día pues cuando llegue la noche se le baja el volumen».
Pero, sobre todo, este instrumento de percusión tiene que ver con las voces, y cada uno, si se construye y se afina de la manera tradicional, es para una ´cantora´. A la hora de afinarlo, el ‘luthier’ guiado por la ‘cantora’ debe empezar desde el centro hacia abajo o hacia arriba.
«Una marimba occidental, sin tener en cuenta los aspectos espirituales, es fácil de afinar, pero la marimba tiene que tener espíritu», cuenta Tenorio mientras el «maestro Juan» está inmerso en la fabricación de una hecha con madera elegida hace dos años en una finca donde se cortaron 130 tablas para finalmente acabar usando 22, ya que se debe analizar el grosor de la chonta «para la tonada de la ‘cantora'».
Otro requisito es que la madera de la marimba «tiene que ser secada en el monte, no puede ser secada en la ciudad».
La marimba es la reina de la cultura afro del Pacífico colombiano, y Tenorio decidió crear una escuela para enseñar la cultura del Pacífico sur, que abarca el sur de Nariño, y según Tenorio, tiene como base la espiritualidad y las artes, el «diario vivir».
La revolución de la gente
«La revolución no es tirar con un fusil, la revolución es cómo llevo a mi gente al desarrollo, al conocimiento, a que viva una vida mejor», una tarea en la que lleva trabajando Tenorio desde que tenía 12 o 13 años, cuando un grupo de niños empezó una especie de rebelión contra los juguetes de plástico en Tumaco y crearon una fundación.
«Bailamos en las calles ‘cucuruchos’ -danza tradicional- durante dos meses y el 25 de diciembre nos hicimos regalos unos a otros», relata el ‘luthier’ antes de que un grupo de niños, vestidos con estampados afros, entre en la sala de la fundación de Tenorio, situada en un barrio de calles estrechas donde los vecinos casi se pueden dar la mano de ventana a ventana, para ensayar.
Todos saben cantar y tocar todos los instrumentos bajo la atenta mirada del profesor.
Lo que empezó como un juego de niños se transformó en la vida y carrera de Tenorio, y su mujer, que lleva toda la vida compaginando su profesión de profesora con la costura y confección de los trajes tradicionales con el ánimo de que no se pierdan.
«La luz se ha ido, el agua también, queremos pronto pueda volver», «agua y luz, agua y luz; el problema lo ganamos o nos independizamos» son algunas de las frases que cantaban estos niños para exigir, con lo que tenían que era la cultura, las mejoras que su pueblo urgía.
Esto es lo que enseña a los más jóvenes Tenorio en la Fundación Afrocolombiana Casa Tumaco, donde las marimbas son protagonistas junto con otros instrumentos como el cununo o el bombo, el canto, la artesanía -construcción de instrumentos- la danza y el vestuario para «hacer el cambio social desde la cultura».
Y aunque Tenorio ha dedicado toda su vida a esta revolución, todavía no ha logrado sus propósitos. «No tenemos agua potable, la educación no llegó (no hay educación superior), la energía llegó pero a medias, no hay salud», dice sobre su ciudad y región, una de las más castigadas y abandonadas del país, donde los afros siguen su lucha para reivindicar su cultura y exigir sus derechos. EFE