Estas semanas hubo varios casos de niñas y adolescentes “perdidas”. Algunas con suerte son “encontradas” sanas y salvas, gracias a la activación de redes sociales. Pero, lamentablemente, hay casos en donde el daño y las secuelas de estas desapariciones serán muy difíciles de sanar.
La mayoría de niñas y adolescentes huyen de sus hogares, no se pierden ni se largan, lo hacen por salir de situaciones que no pueden manejar ni controlar, un ambiente de permanente violencia, denigración y acoso; también por un excesivo control y nula confianza, y finalmente por razones vinculadas a su autoestima y cómo ésta se define en el núcleo familiar.
Es urgente promover en las familias mayor comunicación, respeto y valoración para evitar que esto suceda, romper patrones y cambiar paradigmas en donde seguimos creyendo que la educación y la autoridad se logran con violencia.
Es necesario que como sociedad seamos menos críticos, más empáticos y capaces de brindar protección y seguridad a quien lo necesite. En nada ayuda juzgar en redes sociales el post de una niña desaparecida, sería más útil estar atentos, enfrentar el acoso sexual en las calles, educarnos para ser mejores personas y nunca ser cómplice de un abusador de menores. (O)