Dolores placenteros

Cecilia Ugalde Sánchez                                  @ceciliaugalde

No quiero ni pensar en lo que pueden estar imaginando luego de leer mi titular, pero si son amantes de las duchas en agua caliente, hoy quiero compartir con ustedes algo a lo que hace referencia Anna Lembke en su libro Dopamine nation (2021). Lembke afirma que ciertas experiencias dolorosas como correr largas distancias o las duchas frías, pueden conducir a un placer más duradero que otras acciones asociadas con gratificaciones rápidas como las derivadas de la interacción en redes sociales.

La ciencia detrás de esta teoría tiene sus raíces en la bioquímica del cerebro, la que manifiesta que, al participar en actividades desafiantes, liberamos dopamina, la sustancia química del placer.

Sabemos que, al sumergirnos en experiencias desafiantes o dolorosas, el cerebro se prepara para la adversidad. Correr, por ejemplo, no solo es un ejercicio físico, sino también una prueba mental a la que el cuerpo responde liberando endorfinas y dopamina, con lo que crea una sensación de bienestar. Al tomar una ducha helada, el cuerpo activa respuestas de supervivencia, desencadenando una cascada de sustancias químicas cerebrales, y el placer derivado de conquistar una meta o reto personal tiene mayor duración.

En comparación con los atajos artificiales, como las drogas o las redes sociales, este placer sutil proveniente de desafíos físicos persiste, y la dopamina liberada durante estas experiencias se integra en el sistema de recompensas del cerebro de una manera más equilibrada, evitando los picos y valles emocionales asociados con las gratificaciones rápidas.

Así pues, en lugar de buscar placer instantáneo, consideremos el atractivo de lo doloroso, y que correr o iniciar el día con una ducha fría pueden ser la clave para una felicidad más duradera. (O)