En el Ecuador, acudir a las urnas para muchos constituye un “deporte nacional”, favorable a unos pocos o a los mismos de siempre.
En este mes, el CNE declarará el inicio del proceso electoral con miras a elegir presidente de la República y asambleístas. La primera vuelta será dentro de un año.
Si finalmente se aprueba la consulta popular propuesta por el presidente Noboa, se irá a las urnas en marzo o abril próximos.
En estos días se ensayan cuáles serían los potenciales candidatos a suceder o Noboa, y él mismo puede correr por su reelección.
Con seguridad, se verán las mismas caras expuestas en la papeleta electoral de 2023. Cada quien, con su receta para enfrentar los tremendos desafíos del país, si bien ahora, unos cumplen rol de avestruz; otros procuran el fracaso del actual gobernante.
Difícil saber cómo está el ánimo de la población; pues, tantas elecciones a la larga influyen no del todo positivamente, mucho más si la situación de crisis, la económica, sobre todo, persiste y se agrava, si bien la de inseguridad se la enfrenta con una “guerra interna” y los resultados están a la vista.
Apuntando a las presidenciales, en la Asamblea ya se perfilan algunas reformas al Código de la Democracia, y en la Comisión de Justicia en la cual se tramitan se juega contra el tiempo; pues deben aprobarse un año antes de los comicios.
Entre las propuestas consta el cambio de método para asignar escaños en la Asamblea. Buscan retomar el sistema D’Hondt para favorecer a los partidos y movimientos más votados, propulsores de la “dictadura del voto”.
Reemplazaría al método Webster. Este permite la inclusión de las minorías, como ocurre ahora. De allí la existencia de varias bancadas legislativas.
No hay iniciativas para, por ejemplo, elegir asambleítas en la segunda vuelta. Se pide, sin éxito, impedir a los condenados por la justicia promover candidatos.
Vuelven a prenderse los motores de la campaña electoral, en medio de cuyo vendaval gobernará Noboa.