Los carnavales de antaño

 Eduardo Sánchez Sánchez

Carnaval, del italiano carnevale, haplología del antiguo carnelevare, de carne “carne” y levare “quitar”, en otras palabras, es despedirse de la carne. Su origen celebraba las fiestas paganas en honor de Baco, dios del vino, o las que se realizaban en honor del toro Apis en Egipto.

Según la Iglesia Católica, se trata de las fiestas finales que tuvieron los romanos en los previos a la Cuaresma, como tiempo sin la ingesta de carne. En el post conquista de América, se fusionaron conceptos cristianos con tradiciones locales y resultaron festividades populares dirigidas a toda la población, con mayor o menor bullicio, desfiles, gastronomía, música y alegría contagiada hasta el cometimiento de excesos en juego con el baño de agua y otros residuos que algunas personas obtenían de la rica cocina, destacó el mote patashca (bien cocido), En Ecuador el carnaval se vincula con la fiesta de “Pawcar Raymi”.

Cuenca de hace 100 u 80 años antes, se convertía en un verdadero cuartel en donde litigaban los barrios con sus habitantes convertidos en soldados, cascarones de huevos con anilinas,  tanques de agua, hidrantes abiertos en ciertas esquinas como El Padrón,  globos hinchados de agua (algunas veces congelados), baldes de lavaza de las cocinas, preparados con ají, dulce de higos, manteca de chancho y  su sangre luego del sacrificio y hasta las aguas que corrían por las acequias centrales de las calles del pequeño poblado.  Los vecinos se conocían, había una fina camaradería en compartir los típicos platos que eran enviados con las empleadas como gesto de amistad.  Hubo serpentinas, agua de colonia, tierras pigmentadas, canelazos contra el frío y música bailable. La banda que acompañaba al último pase del Niño, recibía bombazos en los instrumentos de viento como el sousafón y sus músicos eran blanco del ataque. El pan debía ser elaborado en la casa, las panaderías cerraban por el estado de guerra hídrica que significó el Carnaval de aquellos días.  (O)