Mucho se ha escrito sobre el arte de escuchar, sobre el valor de estar presente en las conversaciones y sobre la escucha activa, sin embargo, en el día a día y frente a todos los estímulos que nos distraen, la práctica de escuchar con atención se vuelve cada vez más escasa y valiosa. No se trata solamente de estar presente físicamente mientras alguien habla, el escuchar con atención implica comprometerse plenamente con las palabras y emociones de la otra persona, mostrando un interés genuino al alejar nuestra vista del horizonte o de cualquier pantalla que tengamos cerca.
En algún momento todos hemos sido culpables de no escuchar activamente, de distraernos mientras alguien habla con nosotros, y no me refiero a cuando somos audiencia cautiva y estamos “obligados a escuchar”, sino a encuentros voluntarios, con familiares, amigos, colegas o clientes. No solamente mostramos respeto, consideración, interés y cariño al escuchar activamente, sino que podemos transformar nuestras relaciones personales, desempeño laboral, experiencia educativa e incluso mejorar nuestra salud mental al hacerlo. Para esto necesitamos paciencia, empatía y autenticidad, necesitamos dejar de lado las distracciones y centrarnos completamente en la persona que habla, necesitamos hacer preguntas reflexivas y estar verdaderamente presentes en la conversación, y todo esto requiere práctica.
Por otro lado, para que nos escuchen con mayor atención, apliquemos el arte de la brevedad, en su charla Ted sobre las 10 maneras de tener mejores conversaciones, Celeste Headle incluye esta frase que atribuye a su hermana “Una buena conversación es como una minifalda: lo suficientemente corta para mantener el interés, y lo suficientemente larga para cubrir el asunto”. (O)