Hay una gran verdad: el desarrollo es imposible sin crédito. El empresario necesita crédito para financiar sus inversiones. Los hogares necesitan crédito para su vivienda; y en la misma línea, el taller artesanal, el pequeño comercio, en resumen, los pequeños negocios de la economía urbana y rural, todos emprendimientos familiares, ellos, ellos también necesitan crédito. Una gran verdad que, sin embargo, choca estrepitosamente contra el granítico muro de las políticas de financiamiento de la banca tradicional. Políticas que, en su evaluación de riesgos, consideran, sobre cualquier otro factor, el tamaño de la empresa (es decir, el tamaño de la cuenta de la empresa) y su antigüedad.
Así visto, la empresas pequeñas y jóvenes, con frecuencia, padecen esta política asimétrica de racionamiento de crédito y, rara vez, son beneficiarias del crédito en una banca formal las considera de alto riesgo. Y sí, basado en los criterios de tamaño y antigüedad, tendrían razón y lo lógico sería buscar atraer a prestatarios cuyas características representen un menor riesgo. Sin embargo ¿Qué pasaría si se tomaran en cuenta otros factores como la innovación, el potencial de mercado o la transferencia de conocimiento?
Porque la verdad es que, en nuestro país, las empresas que obtienen un crédito bancario, en su mayoría son aquellas que se encuentran en la fase de madurez, inequidad que se refleja aún en las tasas de crédito que, para el segmento del microcrédito, suelen ser las más altas del mercado. Esto, sin mencionar, los requisitos de garantía y respaldo, irreales para un emprendedor, que hacen que el famoso “crédito PyME” no sea más que un común y corriente crédito de consumo, cambiado de nombre con fines publicitarios.
Luego, ¿qué se puede hacer para cambiar una realidad donde el mayor volumen de créditos va a las grandes empresas? Pues empezar por buscar políticas más equitativas, que democraticen el acceso al crédito, incluyendo el aval académico como mecanismo de garantía, creando figuras de financiamiento colectivo mediante clusters, flexibilizando los requisitos de acceso especialmente en cuanto a garantes y, sobre todo, incluyendo la innovación y el potencial del mercado en la evaluación de riesgos. Es decir, apostando por el emprendedor… (O)