Ya son manifiestas las implicancias políticas derivadas del caso Purga, el segundo capítulo del Metástasis, destapado por la Fiscalía General del Estado, liderada por Diana Salazar, paradójicamente a las puertas de un juicio político en la Asamblea Nacional (AN).
Uno de los principales detenidos, un exasambleísta por el socialcristianismo, ha puesto a mal andar a este partido político, si bien su único líder, dirigentes y el titular de la AN, parte de él, de desentienden de aquel personaje, bajo cuyo mando y antojo, presuntamente, estaba la justicia en el Guayas.
El proceso judicial determinará el grado de culpabilidad del aludido, y, a la vez, los coletazos políticos al PSC por el cual fue asambleísta, trabajó durante varios años con el entonces alcalde del Puerto Principal, y hace poco acompañó a presidente de la AD al Palacio de Gobierno. ¿Cómo así?
Caído en desgracia, ahora ya casi nadie lo conoce, excepto sus trapacerías en la administración de justicia, incluyendo la Judicatura, de cuyas resoluciones se beneficiaba, ayudaba a otros, hasta para delinquir, ni se diga al crimen organizado. En su partido ¿nadie sabía nada sobre estas andanzas?
De Purga, como de Metástasis, todos quieren sacar tajada a nombre de la transparencia y de la facultad para fiscalizar.
Sin embargo, por los hechos, sentencias condenatorias de sus allegados, y procesos en marcha, incluso dentro de aquellos dos casos de corrupción, no tienen capacidad moral para hacerlo, peor cuando persiguen a Salazar, se niegan a darle un voto de respaldo en la AN, cuyo presidente, como ya es su costumbre, se aparta de la sesión en la cual se iba a votar una moción en ese sentido.
Esas actitudes, de pronto, también pasarán factura política en lo electoral, si bien es frágil la memoria colectiva, y son otras las necesidades.
En aquella misma línea, en la AN se cocina un intento de integrar una “comisión ocasional” para “investigar”. ¿O será para torpedear buscando salvarse de las salpicaduras?