Me confieso un devoto lector de la obra literaria de Leonardo Padura Fuentes (La Habana, 1955), que incluye, a más de su vasta novelística, crítica dentro del ensayo pulcro, sin desdeñar los apuntes periodísticos. Dicha labor escritural emerge de las entrañas de la bella Cuba, cuya esencia tiene olor de mar y cadencia de bolero. Sumada la ensoñación y el febril deseo humano. El acercamiento a su obra, también es una atrayente manera de comprender la encrucijada revolucionaria, no exenta de la ficción impuesta por este creador.
Aquello estaba deseando ocurrir (Tusquets Editores, 2015), es un compendio de trece cuentos (otro género practicante) de talla mayor y de variada marca cronológica. La exquisitez de Padura al reproducir historias desde la cotidianidad es inagotable, porque la médula de sus textos es la vida de mujeres y hombres sensibles, extrovertidos/as, agobiados/as, reflexivos/as que transitan-navegan-naufragan a partir de ilusiones y derrotas, anhelos y quebrantos, miedos y rebeldías.
Sus personajes están recreados con aquel especial ambiente habanero. Sin embargo, parte de su geografía traspasa senderos distintos como Angola, España, Italia, EEUU. Motivo por el cual, la transmigración se vuelve un efecto multiplicador en el eje temático de algunos relatos, que transcurren a través del dolor, la niebla, la apetencia de la carne furtiva, la cavilación ideológica y la exploración de valores identitarios.
Los vericuetos y entretelones de la gente común se condensan en la propuesta paduriana, con destreza narrativa. Desde luego, aquella brillantez prosística se alimenta del aroma del amor, de la feminidad, del sexo fugaz, del padecimiento ante el exilio de cara al sol, de la angustia que consume los días, del cazador que va por su presa en la urbe nocturna (o selva de cemento desafiando credos anquilosados junto al prejuicio), en una radiografía que evoca al recuerdo como antesala del presente: “los años siguen pasando, y siguen pasando cosas con los años”. Esas cosas y planes que a ratos fracasan en el intento, ya que la existencia devela sueños que muchas veces se quedan detenidos-retenidos en el umbral del infortunio. Como dice el mismo Padura: “Apenas somos un recipiente que contiene vida, pero esa vida se ha secado porque no conservamos la razón del riesgo: nos conformamos, y así vamos sobreviviendo”. (O)