Dos neologismos me han llamado la atención por sus significados. El uno, ya consentido por la Real Academia Española –RAE– denominada `posverdad´: mentira emotiva que describe la distorsión deliberada de una realidad, con el fin de crear y modelar la opinión pública e influir en el comportamiento social. Éste ha llegado en tiempos de aprietos sociales y de gazuza desmedida por el poder económico y político, con la idea de subordinación y reorganización de los hechos desde ideologías específicas que requiere legalizar la gnoseología a través de las emociones e intereses políticos. Para muchos críticos sociales, no es más que una falsedad o estafa disimulada en una expresión, manifiesta sobre todo en las redes sociales.
La otra, asimismo llegada a épocas del posmodernismo light es la `demogresca´ que, aún no aceptada por la RAE, pronto la acogerá en su Diccionario por la utilización indiscriminada. Para una explicación de los términos, valga recordar que las palabras se forman con morfemas (prefijos, infijos y sufijos latinos) y lexemas (raíz de un elemento léxico con significado referencial). Verbigracia: demos = pueblo, cracia = poder, es decir, el poder del pueblo que tanto defienden los mismos que la prostituyen.
La ‘demogresca’ viene de demos = pueblo, gresca = pelea o riña. El neologismo lo he recogido de escritor crítico y periodista español, quien, al ver la gresca permanente entre sus compatriotas políticos, le vino a su magín esta palabra que también cala perfectamente en el corral de la Asamblea que presidió Virgilio y ahora Henrry. Claro que el vocablo comenzó con los políticos de ayer, pero se ahonda con los metamorfoseados en amantes, simplemente hasta que se cambien las sábanas.
La casta de los liderzuelos de aquí, allá o acullá es la encargada de cretinizar a las masas y atizar la pelea entre pares, con el fin de desviar la atención de sus latrocinios y procurar escudarse en códigos y leyes para el milagro de su salvación. Son líderes pendencieros especializados en generar riñas, peleas, odios y venganzas, pues ese ha sido su “modus vivendi” y “modus operandi” en el poder o fuera de él.
Dirigentes sociales, gremialistas y políticos con espíritu belicoso que les gusta la camorra, quienes, bien secundados por asesores, abogados y periodistas vacunadores, mantienen al pueblo en tensión. La herencia de la ‘demogresca’ se ha extendido a familias o de amigos, en donde persisten las riñas por fanáticos de uno y otro bando. (O)