Toda ponderación resulta insuficiente al hablar de la espantosa situación en que se encuentra nuestro país al haberse descubierto cómo la delincuencia, especialmente narco delincuencia, ha infiltrado los organismos del Estado. Era algo de que se venía comentando, soto voce, desde hace mucho tiempo, pero que los implicados se empeñaban en asegurar que era producto del odio y de las venganzas, de sus enemigos y opositores.
Ahora que ha saltado el escándalo de la denominada PURGA no queda más remedio que reconocer que desde los desventurados días del gobierno del prófugo se ha venido gestando este cuasi “narco estado” al que ha venido a dar nuestro país. ¡Que las sentencias de jueces tengan precio es algo inaudito, intolerable! Y sin embargo ha estado sucediendo desde hace tiempos, a vista y paciencia de los altos niveles de la clase política y gubernamental. Mientras los ciudadanos comunes y corrientes tenían, y tienen, que soportar y sufrir la ignorancia, desfachatez y robo por parte de esos mal llamados “administradores de justicia.”
La presidenta de una Corte Provincial de justicia en negociación con un conocido delincuente para fallar a su favor en una causa y hacer lo necesario para que pueda fugar, es algo que no podemos concebir. Y en ese sentido varios otros jueces haciendo la voluntad de los delincuentes a cambio de dinero raya también en lo inconcebible.
Si bien es cierto que unos pocos han sido descubiertos y ahora deben afrontar la vindicta pública y quizá una sentencia, ¿quién nos puede asegurar que la condena emitida por otros jueces sea la justa y, sobre todo, que vayan a cumplir? Ya vendrán después las argucias legales para que eso quede en poco o nada; para que vengan las apelaciones y los otros jueces, así mismo a cambio de dinero o influencias, burlen desvergonzadamente la supuesta justicia a que el país tiene derecho.
Pensemos ¿qué sucederá cuando la fiscal general, Diana Salazar, ¿deba dejar ese cargo, como así tiene que ser? Indudablemente volverán las influencias políticas y económicas a favorecer la corrupción y las actividades delictivas de todo tipo, especialmente el narcotráfico por ser la más lucrativa y la más temible. (O)