La propuesta para respaldar la labor de la fiscal general Diana Salazar en su lucha contra la corrupción, origina una enconada y hasta hipócrita reacción en la Asamblea Nacional (AN).
Los casos Metástasis y Purga, con vasos comunicantes entre sí, más los anteriores, enfangan a la mayoría de cierta clase política, a parte de la Función Judicial, igual del Consejo de la Judicatura y a ciertos abogados en libre ejercicio profesional.
Salazar se ha jugado sola en esa lucha, si bien cuenta con la protección del Estado, aunque es su responsabilidad.
Hay un segmento de la población identificado con un movimiento político, también visibilizado y hasta puesto el dedo, contrario a Salazar. Sus investigaciones y posteriores condenas a sus altos y medianos militantes, adherentes, los han puesto en la cárcel o están prófugos; otros siguen procesados y otros son salpicados por la podredumbre de Metástasis y Purga, cuya esencia es el crimen organizado, liderado por el narcotráfico y otras conductas delincuenciales.
A raíz de Purga, hay otra tienda política, siempre predispuesta a tomar el control de la justicia, en especial en su otrora fortín electoral, en ese mismo camino sinuoso; peor cuando sobre uno de sus miembros pesan gravísimas acusaciones y sospechas, sobre las cuales sabrá mucho y no querrá irse sólo al abismo.
Así, es imposible conseguir 70 votos para respaldar a la fiscal general. Además, es evidente el manipuleo en la dirección de la AN, cuyo presidente, a la hora de decidir sobre tan peliagudo tema se hace a un lado, en clara demostración de poca estatura política para dar la cara.
La mayoría de ecuatorianos apoya a Salazar, en la mira de aquellos detractores para llevarla a juicio político, si bien unos, según dicen, no darán sus votos para censurarla, pero a la hora de decidir el respaldo en la AN, o huyen o envían a sus alternos.
No cabe el respaldo de una AN dominada por la hipocresía y los alfiles de la política corrupta. Le basta el de la gente.