Los problemas del Ecuador forman parte del escenario latinoamericano. Somos hermanos porque compartimos una historia común y rasgos culturales específicos. Claro, con el debido reconocimiento a la particularidad de cada pueblo.
Pobreza, corrupción, inseguridad, profundas diferencias económicas, entre otras características, son elementos que nos distinguen. Todos los países intentan resolver esta realidad para mejorar sus condiciones de vida y proyectarse a un futuro desafiante que demanda acciones positivas para que podamos participar de mejor manera en la civilización global.
En la lucha contra la inseguridad, El Salvador, es para muchos un referente por la eficacia de su política. Esa forma de proceder es criticada por otros que la miran como atentatoria a los derechos humanos.
Brasil, en el combate a la pobreza, desarrolló un sistema para apoyar a los grupos marginales e integrarlos a la prosperidad. La educación pública y su rol protagónico es uno de los elementos de su política para resolver esa realidad.
La corrupción en la Argentina está siendo enfrentada con acciones que parecen adecuadas, como las que eliminan privilegios de la clase política y de los sindicatos y otras que desmantelan estructuras burocráticas que permitieron que muchos medren en ellas.
El gobierno del Ecuador, en seguridad, tiene acciones que frenaron la catástrofe anterior, emulando en algunos aspectos lo que hace El Salvador. En el combate a la pobreza, su accionar es difuso. La búsqueda de inversiones, con ese fin, para la explotación de recursos naturales es discutible por el impacto en el ambiente y por el real beneficio que representaría para los pobres.
Por fin, el combate a la corrupción en Ecuador está liderado por la Fiscalía General del Estado, sin que se pueda decir que esas históricas acciones, vayan a tener el correlato de apoyo que se requiere. El Ejecutivo podría hacer mucho más en este sentido. (O)