Se agrava la incómoda situación entre el Presidente Daniel Noboa y la Vicepresidenta Verónica Abad, infranqueable desde la campaña electoral, y llevada al extremo cuando él decide enviarla al servicio diplomático en Israel.
La detención del hijo de Abad para investigarlo por supuesto delito de tráfico de influencias, sobre todo de haberlo enviado a una cárcel de máxima seguridad, donde se recluye a delincuentes peligrosos y se los mantiene incomunicados, origina variopintas suspicacias.
Para muchos, a más de considerarla desproporcionada con respecto al delito investigado, el Gobierno habría influido en el SNAI para llevarlo a La Roca, la prisión, como ha dicho la Vicepresidenta, donde debe estar “Fito” y no su hijo.
Es evidente la aspiración de Daniel Noboa: optar por la reelección, en cuyo caso, según la Constitución, deberá encargar la presidencia de la República a Verónica Abad.
Y, por las elucubraciones y los antecedentes, él no querría asumir ese riesgo. Para evitarlo, se estaría maquinando todos los caminos hasta conseguir la renuncia de Abad o, en el colmo de los colmos, destituirla por incumplimiento de funciones o abandono del cargo si regresare al país sin los permisos correspondientes.
Los difíciles problemas del Ecuador como la inseguridad, la falta de empleo o la constante oleada migratoria, no están como para soportar a los dos mandatarios electos en una misma papeleta, peleándose entre sí, desperdiciando sus fuerzas, poniéndose zancadillas, ella durante la campaña; él, una vez asumido el poder.
Fiel a su estilo, el Presidente no se ha pronunciado sobre tan engorroso tema, cuando el país le reclama explicaciones, pues no se trata de un asunto cualquiera.
Ante tales circunstancias, ganan terreno las suspicacias, la sensación del abuso del poder, en especial la preocupación sobre cómo Noboa estará enfrentando en su fuero interno la posibilidad de encargar la presidencia a su incómoda vicepresidenta. Vaya dilema.