Arcas llenas y vacías, posiciones simples y complejas, jerarquías y niveles de conciencia, categorías por estatus social, edad, posición profesional, grado de estudios, horizontes de conocimiento, desarrollo corporal… En fin, siempre estamos ante un dilema sobre quién es más fuerte, más valiente, más inteligente, más experimentado, más poderoso.
Ese aprieto moral por tener un concepto viciado sobre el poder, tiende a ponernos en competencia y por ende en posición de ganar o perder. Lo cierto es que no estamos preparados para asumir el poder más allá de la superioridad.
Como verbo, y según consta en el diccionario de lengua española de la Real Academia Española, es: tener la facultad, facilidad, tiempo o lugar de hacer algo. Pero claro, la otra definición es dominio, imperio, facultad y jurisdicción que alguien tiene para mandar o ejecutar algo. En ambos casos, destaca “hacer algo”. Es también gobierno, y es el acto o instrumento en que consta la facultad que alguien da a otra persona para que, en lugar suyo, y representándolo, pueda ejecutar algo.
Tras leyes, en varios momentos cedemos o nos cedemos a otros con el afán de ser influenciados y beneficiados por esa persona. Es un consentimiento que trae energía y fuerza positiva. Asocio esto a uno de los significados de la palabra en inglés power, porque es encender y apagar. Tal vez por ahí va el sentido de poder: capacidad para iluminar y energizar a otros.
El error es que, quien gana poder, se obnubila ante el brillo de esa medalla etérea, olvidando cómo y por qué llegó hasta ahí. No importa si es un poder económico, laboral, político, intelectual, espiritual, etc. Desde cualquier ámbito, debe tomarse con pinzas. Hay quien prueba el poder y no puede salir de ahí; entonces, la mayor virtud, será la humildad para volver a esas arcas del principio, solo que con más sabiduría.
Tenemos poder en nuestro interior, un poder para expresar, escuchar y ser escuchados. Poder personal, de saber que somos únicos, pero al mismo tiempo vivimos en comunidad. Poder, de la oportunidad de escribir, de emitir comentarios y llegar a corazones. Poder “de hacerlo,” y no dejar morir la esperanza o el sueño. Poder, de un estado temporal, tanto del ser humano como del gobierno, trascendiendo lo que dejas hecho pero sin dañar.