Formación humanista y el ejercicio del poder político

Por: Juan Morales Ordónez

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El perfil de los gobernantes debería estar marcado por el conocimiento técnico y por las destrezas profesionales. También lo debería estar por la formación humanista.

¿Por qué escribir sobre la formación humanista y el ejercicio del poder político?  La selección de este aspecto de la vida en sociedad, para analizarlo y proponer una visión sobre el mismo, tiene como elementos decisorios a los criterios que se esgrimen respecto a las características que debe tener un gobernante.

Recurrentemente se opina sobre las competencias en conocimientos y destrezas que tienen que formar parte del perfil de quien ejerce el poder. Se despliegan razones que justifican la necesidad de que los políticos tengan capacidades cognitivas y profesionales específicas que se adquieren en los procesos de educación formal en todos sus niveles. Así, la obtención de diplomas universitarios de tercer y cuarto nivel, es casi sinónimo de suficiencia para el ejercicio de un cargo público.

El conocimiento profesional adecuado es importante y necesario para la gestión pública en general, llegando a ser imprescindible cuando se trata de funciones relacionadas con materias específicas como la justicia y la formación académica como abogados o juristas. También, por supuesto, los otros saberes vinculados con la economía, medicina, educación o cualquier otra rama profesional, son requeridos para quien llega a ser un servidor público en uno de esos ámbitos.

Sin embargo, el servicio público, que es el ejercicio por parte de un ciudadano, del mandato que recibe de la sociedad, requiere una formación mucho más amplia. Se necesita que los individuos que forman parte de la burocracia pública, sobre todo en los altos niveles de la toma de decisiones, no solamente conozcan sobre cualquier rama del conocimiento profesional propio a cada función, sino que estén compelidos siempre por la intención de comprender la condición humana, la naturaleza de las cosas, el espíritu de la sociedad, la importancia de la vida en su multifacética variedad y todo aquello de lo humano que ha interesado históricamente al arte y a las letras.

Tradicionalmente a ese conjunto de aproximaciones a la vida se lo denominó humanidades.

Las humanidades

Entre otros, el escritor Jorge Icaza conmovió a sus lectores  como no lo puede hacer ningún texto académico, frente al dolor y a la angustia de nuestro pueblo con obras como “Huasupingo”.

Ese enfoque amplio y envolvente, permite comprender lo que no puede ser aprehendido por la estadística, ni por la legalidad, ni por la fórmula matemática, así como tampoco por el algoritmo ni la inteligencia artificial. Las humanidades, las letras y la literatura permiten comprender el espíritu de los pueblos, el dolor y la angustia, el fracaso, el éxito, la vanidad, la filantropía, la pobreza, la dignidad intrínseca a cada individuo y la banalidad de juzgar al otro por sus circunstanciales éxitos o fracasos.  

La formación humanista, es esencial para el ejercicio del poder político, porque todos los sistemas de convivencia, ya sean normativos u otros, están diseñados para gente que piensa, siente, anhela, discrepa o adhiere.

Lo técnico y lo normativo, que define y caracteriza a la institucionalidad que organiza la vida de los pueblos, requiere de personas que lo entiendan e interpreten desde una sensibilidad cultivada, porque esos instrumentos formales en manos de quien ignora y menosprecia el alma de la sociedad, pierden su valor y se convierten en sistemas carentes de sentido para la gente, porque solamente sirven para la imposición, la exigencia y el ejercicio de un poder político que busca mantenerse a cualquier precio.

Desde esa perspectiva, la filosofía, las humanidades y las letras, tienen importancia relevante. Así lo comprendieron todos los pensadores políticos sobresalientes en el mundo. Acá, no lo entendemos así y menospreciamos esa formación macro, convencidos de que la convivencia social se resuelve con sistemas -nunca diseñados por nosotros- que solamente deben aplicarse sin que importe el sentir de la gente, su historia, realidad o reivindicaciones.

El caso de los juristas

La educación humanista permitió que grandes juristas construyan sus magníficas obras técnicas y normativas como el Código Civil de Napoleón, elaborado por los insignes ciudadanos franceses Tronchet, Malleville, Portalis y Bigot de Préamenau, cuya formación humanista les permitió llevar al silogismo jurídico, con especial maestría, realidades humanas de la vida diaria. Ya en América Latina, don Andrés Bello, el autor del Código Civil, fue poeta, filósofo, filólogo, ensayista y humanista. Y, para detenerme en los ejemplos de juristas, menciono el nombre del eminente abogado y profesor brasileño Texeira de Freitas, un humanista dotado de un profundo sentido de justicia, autor del compendio de leyes civiles de su país.

El tan citado y no leído, Barón de Montesquieu, autor de la obra que propone la división tripartita de los poderes del Estado, El espíritu de las leyes, defiende la importancia de conocer, comprender y sentir la idiosincrasia de la gente para elaborar leyes y aplicarlas. Montesquieu fue un pensador, filósofo y literato.

Aproximación de la literatura a la vida social y la naturaleza

Los referentes literarios juegan un rol importante en los enfoques de vida que desarrolla la gente. Un buen libro permite que nos conectemos con su trama, sus personajes, sus paisajes y al hacerlo aprendemos y comprendemos partiendo de una perspectiva amplia y totalizadora que reproduce la realidad humana, cultural y social. El lector puede comprender el entorno y a los personajes de la trama en sus vicisitudes de valentía, nobleza, maldad, arribismo y en toda su variopinta condición dibujada por cualidades excelsas y execrables.

También la literatura nos permite establecer una conexión envolvente y humanista con categorías sociales como la igualdad, el racismo, la justicia y muchas otras. Y, esa conexión, la del individuo que lee con la realidad narrada, pasa a formar parte indeleble de la personalidad del lector. La literatura nos inspira como cuando nos sensibilizamos con la poesía de Dávila Andrade o con la narrativa de Víctor Hugo.

¡Cuántas vocaciones, concepciones de vida y objetivos se forjaron y definieron en quienes desde niños leyeron a autores extranjeros y nacionales! Julio Verne, Alejandro Dumas, Proust, Yourcenar o Eco, entre tantos y tantos otros, contribuyeron a que nos encontremos con nosotros mismos y desarrollemos un cierto sentido de las cosas.

Jorge Icaza, Pareja Diezcanseco, Aguilera Malta, Palacio, Carrera Andrade y muchos otros escritores nacionales, nos conmovieron como no lo puede hacer ningún texto académico, frente al dolor y a la angustia de nuestro pueblo. Esa emoción y ese conocimiento son necesarios para gobernar. Si no se los tiene, jamás se entenderá el sufrimiento de la gente, la agonía del pobre, la ilusión, las expectativas de mejoramiento o el abandono a la desesperanza y a la tragedia.

La obra del escritor guayaquileño Leopoldo Benites contiene potentes descripciones de la naturaleza de nuestro amado país, una representación de nosotros que crea un poderoso sentido de identidad y pertenencia

En la relación con el medio ambiente, en lo personal, cuando leí por primera vez la obra del notable escritor guayaquileño Leopoldo Benites Vinueza, Ecuador, drama y paradoja, y siempre que vuelvo a ella, me deslumbro por sus potentes descripciones de la naturaleza de nuestro amado país. Con estos párrafos inicia su gran ensayo:

“La línea divisoria del mundo -el Ecuador terrestre- pasa al norte.

No llegan hasta allá las aguas frías de la corriente antártica. La selva hunde sus dedos en el mar. La selva es verde como una esmeralda caliente y móvil. El mar es verde como una esmeralda. La tierra misma lleva un nombre significativo: es la provincia de las Esmeraldas”.

Como no emocionarse y conectarse con esa descripción de una parte de nuestra comarca, que al mismo tiempo es una representación de nosotros, porque formamos parte de este entrañable terruño. Esos sentimientos forjan, irremisiblemente, un poderoso sentido de identidad y pertenencia.

Una breve conclusión

El perfil de los gobernantes debería estar marcado por el conocimiento técnico y por las destrezas profesionales. También lo debería estar por la formación humanista.

La sabiduría moral y el humanismo fueron características exigidas a las autoridades públicas en las culturas antiguas. Menciono, a modo de ejemplo la universal obra, Las mil y una noches, que es una recopilación de cuentos del medioevo de Oriente Medio, en la cual se pondera la sabiduría y sensibilidad de los gobernantes y de denuesta al petulante y al oportunista.

Entre nosotros, la posesión de conocimientos y destrezas técnicas por parte de los gobernantes, en algunos casos, se cumple de manera satisfactoria. La formación humanista en los políticos ecuatorianos, es una carencia en muchos de ellos, situación que se evidencia por sus enfoques de la vida en sociedad, de la importancia del medio ambiente y por la gestión de su mandato como representantes de la comunidad.

El debate y la descalificación del otro en Ecuador

Juan Morales Ordónez