Urge retornar

David G. Samaniego Torres

Nos hemos ido demasiado lejos. Abandonamos la costumbre de reflexionar, de examinar nuestra conciencia, de encontrar nuestras fallas, pequeñas y grandes y buscar la enmienda, oportuna y eficaz. No sé cuándo dejamos de pensar en los demás y nos atrincheramos en los castillos de nuestro yo.  El ‘otro’, ese personaje que se encuentra a nuestro alrededor, lejos de nuestras preocupaciones, se ha ido empequeñeciendo hasta desaparecer de nuestra vista y todo esto ha producido el crecimiento de un egocentrismo dañino. La patria, la sociedad, los vecinos y los lejanos han desaparecido englutidos por un yo sobredimensionado.

Hemos llegado a tal punto de individualismo que los problemas reales y ciertos de la comunidad cercana no los tomamos en cuenta para meditarlos y ayudar a encontrar soluciones, sino que hemos terminado encapsulándonos en un ego tremendamente egoísta y desentendido de todo aquello que se encuentra afuera del dintel de la casa. Y en algunos casos hemos llegado aún a olvidarnos de los lazos familiares enconchándonos en un individualismo pernicioso, ajeno a la esencia misma del ser humano.

Este análisis pesimista del comportamiento del ecuatoriano, en estos años que vivimos, debe ser un llamado de atención a quienes tienen la obligación de agruparnos en torno a los valores humanos y a nosotros, ecuatorianos pusilánimes, que hemos preferido mirar a otro lado en lugar de enfrentar al enemigo. Urge encontrar un camino de retorno y emprender una cruzada cívica: la unión hace la fuerza no ha dejado de ser el eje básico para todo proyecto que beneficie a la comunidad.

A través de los medios de comunicación conocemos de la existencia de un sinnúmero de agrupaciones, unidas para delinquir. Los militantes saben qué es lo que deben hacer, conocen de cerca a sus líderes, son organizados y viven del éxito de sus misiones. Esta semilla, para nosotros dañina, ha germinado en distintas agrupaciones que son fieles a sus ideales y consignas. Para estos grupos no importan los medios, la vida del otro carece de valor. Interesan dos cosas solamente: cumplir estrictamente las consignas dadas y hacer lo que los jefes ordenan. La disciplina interna marca la diferencia con otras agrupaciones.

El presidente Noboa, más allá del éxito o fracaso en su Consulta, tiene la obligación de unirnos, de repasar nuestros ideales y ponerlos como metas, de recordarnos que la libertad para conseguirla o conservarla necesita sudor y lágrimas, en ocasiones, sangre. (O)